Antes del inicio del partido ante el Valencia CF, las cámaras y los focos estaban centrados más en la búsqueda de Diego Cocca en la grada del Estadio José Zorrilla que en analizar el tercer once inicial de Álvaro Rubio. El entorno blanquivioleta quiere resquicios de ilusión y la mente humana se centra más en el futuro que en el presente. Se tiene tan poca confianza en el actual equipo que la llegada de un entrenador genera más entusiasmo, pese a que no tenga ni experiencia en Europa. De esta forma, los prolegómenos encontraron al futuro entrenador pucelano en la grada y los comentarios se centraron más en él que en la ejecución de la previa realizada por el preparador interino del equipo.
Álvaro Rubio lideraba su tercer y último partido y los ojos estaban más centrados en un futuro incierto que en un objetivo necesario y real. El equipo blanquivioleta necesitaba la victoria por varios motivos, pero, principalmente, para no cambiar su objetivo en el mes de diciembre. No ganar, pero sobre todo perder, generaba que desde el Estadio José Zorrilla se mirara más en tener una temporada digna que en salvar la categoría. El equipo no podía olvidar su horizonte y desde un partido simple y básico sigue vivo. La supervivencia es el primer sentimiento que se ha apoderado del Estadio José Zorrilla con el pitido final.
Conseguir los tres puntos sirven para que el Real Valladolid pueda decir que está vivo para comenzar una nueva etapa, que no es poco viniendo de donde se viene. Diego Cocca empezará oficialmente su etapa como entrenador blanquivioleta con un grupo que, por lo menos, tiene pulso. El vestuario tiene vida clasificatoria y éste es el único clavo al que se puede amarrar el nuevo cuerpo técnico. El equipo no está muerto porque los tres puntos obtenidos ante un rival directo dejan muy tocado a un Valencia CF que tiene dos partidos menos. Si Rubén Baraja marcaba en la previa como determinantes esos dos encuentros sin disputar, tras el duelo éste es un argumento tremendamente pobre.
Ni brotes verdes
El Real Valladolid ha ganado con muy poco a un rival débil e inseguro. El Pucela ha conseguido tres puntos con los argumentos con los que está perdiendo de forma habitual esta temporada. En esta ocasión han sido los pucelanos los que no han necesitado de su mejor versión para superar de forma merecida a un rival sin capacidad de respuesta. Álvaro Rubio, en la previa, aseguraba que todo se centraba en aspectos básicos y el partido, tras casi 100 minutos de juego, se ha definido por un error. Una mala acción defensiva de Cristhian Mosquera ha marcado un duelo en el que el Valencia no ha tenido grandes opciones. Es más, si los de Rubén Baraja han podido empatarlo ha sido por una acción puntual de Karl Hein en la que el portero fallaba en el juego aéreo. Por el resto, empate a nada.
Tras 90 minutos, la diferencia estuvo en un error y en el aprovechamiento que Anuar Tuhami hizo de forma progresiva de la concesión ché. Tras el tanto del ceutí, pucelanos y valencianos demostraron por qué están así. Querían y no podían. Querían y no sabían. Querían y no llegaban. Los más de 90 minutos confirmaron el titular de la previa en el que señalaba el enfrentamiento entre último y penúltimo de la categoría. Las etiquetas cumplían la realidad. Tras 90 minutos lo sigue haciendo pese a un intercambio de papeles que hace que Diego Cocca pueda respirar antes de su entrada oficial en un equipo que no llega a tener brotes verdes pero que, por lo menos, obtiene tres puntos para iniciar una nueva etapa desde un hipotético cambio de tendencia y punto de inflexión.