El Real Valladolid ha caído en el Estadio de Gran Canaria en un duelo que ya se había firmado, visto y sufrido esta temporada. Un equipo blanquivioleta con poca credibilidad y capacidad de respuesta ha caído derrotado este sábado ante un rival que no parece necesitar de su mejor versión. Ocurrió en varias ocasiones esta temporada y ha sucedido en un duelo en Las Palmas de Gran Canaria en el que Álvaro Rubio iba a ser examinado. Tendríamos que ser muy cínicos para evaluar al riojano en el primer equipo por este partido. Me niego a pensar que un entrenador se puede quedar en un banquillo con una previsión de más de 20 jornadas por lo que consiga en un duelo que ha podido preparar con un puñado mínimo de entrenamientos.
Creo firmemente que el histórico exjugador pucelano estaba en el banquillo en Las Palmas porque el Club no ha encontrado otro. A la entidad se le cayeron los tiempos la pasada semana y el riojano estaba presente en el banquillo del Gran Canaria casi sin darse cuenta. Entiendo que lo que ocurra en un futuro a corto plazo nada tiene que ver con la undécima derrota del equipo. Me parecería injusto. Es imposible tener respuestas ciertas y seguras cuando apenas llevas una semana en el cargo, pero lo cierto que el riojano ha preparado el duelo como si lo estuviera haciendo el propio Paulo Pezzolano.
En Las Palmas no se ha visto un cambio en el Real Valladolid. Este partido ya se había visto porque el planteamiento ya se había sufrido. La sensación que he creado durante el encuentro es que el entrenador pucelano no conocía a los jugadores. Obviamente esto no es real, pero es la sensación que me ha dado la intervención que el cuerpo técnico ha tenido en el partido. Insisto en decir que es muy difícil poder cambiar un equipo, por poco que sea, en dos o tres sesiones, pero el problema de Álvaro Rubio no ha estado ahí.
Sin atrevimiento
Criticar las sustituciones que puede hacer un entrenador en un duelo es de los más absurdo que se puede hacer en un análisis. No se sabe ni el 10% de los motivos que llevan a producirse los cambios, pero los consecuencias tácticas que estas permutas generan, sí. Bajo este criterio me resultan muy difícil de entender las sustituciones fáciles o, mejor dicho, ‘facilonas’. Creo que un entrenador está para tomar decisiones y no para «refrescar», tal y como ha justificado Álvaro Rubio la salida del terreno de juego de Marcos André. No voy a señalar a la salida del brasileño como la justificación de la derrota, pero sí como la demostración de la poca intervención que el entrenador interino ha tenido en el duelo.
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La idea de partido, en la previa, era una y ésta no ha variado nada durante el propio en encuentro. Así lo dicen los cambios. El Real Valladolid ha jugado un partido determinante para su futuro sin decisiones y sí con cambios sencillos. Ha parecido, desde el banquillo, un duelo casi amistoso para equilibrar cargas y evitar lesiones. «Hombre por hombre» o «cambio de cromos», que se dice en los análisis más básicos. Entrando un poco más en el duelo, Álvaro Rubio no se atrevió o no quiso intervenir en el juego. Es cierto que el equipo es lo que es, que el banquillo era el que era y que el momento del vestuario es muy malo, pero, con todo ello, el momento general era el de arriesgar y atreverse. El suyo y el del equipo. El Real Valladolid debe tener atrevimiento y, para ello, necesita un entrenador atrevido y valiente, y Álvaro Rubio, en Las Palmas, ha mostrado más intención de apaciguar que de activar.