La imagen del Real Valladolid en la derrota (0-5) ante el Club Atlético de Madrid se llevó a un entrenador por delante. De forma merecida, por juego, resultado, tendencia y sensaciones. El equipo tocó fondo en el encuentro ante el equipo rojiblanco, pero el Club, no. La entidad ha firmado dos días desde el paso colchonero por el Estadio José Zorrilla de total vergüenza. La entidad que preside, pero que dejó de liderar Ronaldo Nazário ha mostrado todas sus carencias entre el domingo y el lunes. Con mensajes ridículos, puestas en escena patéticas y mensajes, oficiales y extraoficiales, tremendamente peligrosos, Álvaro Rubio debutaba en el banquillo blanquivioleta en un duelo de Copa del Rey que aparecía secundario pero que obligaba al equipo.
Los pucelanos debían ganar al Real Ávila en su visita al Estadio Adolfo Suárez. ¿Por qué? Por muchos conceptos, pero sobre todo por orgullo y dignidad. Esos conceptos tan subjetivos en el mundo del deporte están muy alejados de la realidad del Real Valladolid en las últimas semanas. A nivel institucional y deportivo, el Pucela ha dejado de ser competitivo y competente. Con esta presentación visitar a un equipo de Segunda Federación no es sencillo. Con esta previa no es sencillo nada, pero mucho menos tener que llevar la responsabilidad y la manija de un partido. Este equipo no está preparado actualmente para liderar ni mandar y ante un equipo de tres categorías menos era una obligación que, realmente, no se ha conseguido.
La victoria pucelana en tierras abulenses se debe a calidad. El concepto ‘profesional’ que se acuña a LaLiga EA Sports y LaLiga Hypermotion es lo que ha hecho que el Real Valladolid consiguiera el mínimo que debía conseguir en un día como éste. El debut de Álvaro Rubio no iba a dar opción a valorar nada, más allá de conceptos subjetivos y bélicos. El aficionado iba a pedir garra, lucha, pasión… y estos no han visto, pero, realmente, nadie los esperaba. La debilidad mental del equipo y la crispación del entorno iban a hacer que lo que uno ofreciera fuera insuficiente para la exigencia del otro. Así, y con las alarmas encendidas a todo volumen en el mundo blanquivioleta, el paso por Ávila no sirve de nada, más que de una insulsa clasificación.
Equipo y Club. Club y equipo
Anotar cuatro goles no supone nada. Es más llamativo, obviamente, tener que disputar un prórroga. Un concepto u otro no salva ni mata al equipo ahora. El problema pucelano no está solo en el campo, tal y como han demostrado los dirigentes en las últimas 72 horas. Desde la finalización del encuentro ante el Atlético de Madrid, el Real Valladolid ha demostrado por qué está como está. El equipo no tiene respuestas en el campo porque el Club no las tiene en las oficinas. El juego es improvisado porque las decisiones también lo son. Con todo, pasar por Ávila iba a suponer alguno sonrojo y algún pequeño destello de ilusión, pero el equipo sólo tenía la obligación de cumplir con el mínimo y éste era conseguir la victoria.
Nada de lo que se pudiera obtener en el terreno de juego iba a sacar de pobre al equipo, como así se ha demostrado tras un duelo que será recordado por el debut de Álvaro Rubio en el banquillo del primer equipo. El riojano era el titular en la previa y él es el titular tras el partido. Un mensaje claro de lo que supone este partido para la mejoría, evolución o ilusión de un equipo que muy posiblemente ha demostrado estos últimos días estar un poco por encima de sus dirigentes.