Xavi Hernández, actual entrenador del Fútbol Club Barcelona, no seguirá al final de temporada. Él mismo lo anunció después de una dura derrota como local. El catalán, alejado supuestamente de cualquier análisis resultadista, aprovechó un mal día de su equipo, para anunciar una salida necesaria para él y para el club. Como bien aseguró en esa comparecencia en la que anunció su marcha en el mes de junio, la situación era insostenible. El clima no era positivo y no lo era y no lo es por el problema que tiene en su comunicación. Jamás he visto un problema de expresión tan grande en un entrenador de élite como el catalán.
Las ruedas de prensa valen. ¡Y tanto que valen! Conocer el clima del equipo, el nerviosismo del entrenador, la gestión del preparador y el liderazgo que tiene es capital para determinar el futuro a corto y medio plazo del equipo. El de Xavi está muy claro. El de Paulo Pezzolano, por ejemplo, no tanto. Bien es cierto que el uruguayo muestra mucha contundencia y seguridad en su discurso. Se muestra vehemente y seguro. Su problema no está en las dudas o la inseguridad, pero sí en el contenido. Asegurar que no ascender no es un «fracaso», tal como hizo hace unas pocas semanas, no me parece un error general, pero sí que me lo parece para él.
¿Cuántas veces ha hablado el uruguayo de ascenso? ¿En cuántas ocasiones pasadas se ha centrado sólo en el objetivo final? Si Xavi, supuestamente, se quiere alejar de un discurso resultadista; Pezzolano, no. Desde su llegada al Estadio José Zorrilla habló de resultados y de conseguir, inicialmente, la salvación y, después, el ascenso. Todo se resumía en el resultado final. Siendo así, que lo es… ¿por qué ha cambiado el estilo en las últimas semanas? Pese a que matizó y matizará unas palabras sobre el «fracaso» que supone no ascender, Pezzolano no se quiere cerrar su etapa en Valladolid y en Europa con un a mala etiqueta.
Un proyecto inestable
El discurso resultadista es muy corto. Se puede estirar muy poco y, claro, con un descenso y un no ascenso, Pezzolano será una página negra en la historia blanquivioleta y es lo que él busca evitar en las últimas semanas. Se quiere convencer de un posibles escenario. Si bien es cierto que intercala análisis de Club y por el bien de la institución con exigencias propias, como la de este jueves responsabilizándose de la derrota en Andorra, sus declaraciones denotan inseguridad. El desnivel de las declaraciones es muy alto, pero todas tiene un mismo objetivo: pasar lo más desapercibido posible ante un escenario negativo para su imagen.
Las ruedas de prensa hoy en día están muy preparadas y estudiadas, sobre todo si son las previas a los partidos. Es por ello que la miga, por llamarlo de una forma coloquial, está en las ruedas de prensa tras los partidos. En ellas los entrenadores se muestran más emocionales. Pezzolano, por ejemplo, se derrumbó tras el descenso y cuestionó al Club tras la derrota en Albacete de inicio de esta temporada. Esas dos acciones serían inviables en una rueda de prensa previa porque en ese momento todo está guionizado. Ahí, Pezzolano argumenta y prepara posibles escenarios que tras los partidos serían inimaginables.
El lujo de profundizar sobre una temporada y lo que supone o no supone un objetivo deportivo no debe cambiar con el avance de la temporada, pero en este Real Valladolid ocurre porque el Club aún está debilitado por los tiempos elegidos y la improvisación vivida en los meses de julio, agosto y septiembre. Los ilógicos cambios vividos y las decisiones tomadas en momentos puntuales y determinantes llevan a estar indefinido en el momento clave de la temporada. Que Pezzolano dude ahora de su discurso es preocupante o egoísta, según se quiera ver. La sensación de hombre de Club es alta pero no por ello el uruguayo se va a inmolar por la improvisación blanquivioleta en un proyecto que no deja de cambiar a sus cabezas visibles ni en el mes de febrero. Indudable sinónimo de la improvisación vivida.