En muchas ocasiones pienso si el análisis está siendo justo con Paulo Pezzolano. Las críticas pueden ser exageradas, que seguro que las hay, pero, también, realistas y merecidas. Hay un porcentaje alto del análisis que tiene un fundamento por el escaso legado futbolístico que va a dejar el entrenador uruguayo de su estancia en el Real Valladolid y, sobre todo, de la presente temporada. Por mucho que nos empeñemos en hacer un análisis completo del juego, el fútbol es un deporte resultadista. Si Gonzalo Plata hubiera anotado marcado aquel golpeo en los minutos finales del duelo ante el Getafe CF en el Estadio José Zorrilla, la figura de Pezzolano sería otra.
Aquel tanto no llegó y el actual preparador blanquivioleta tiene ese lastre. Con él y desde él, la gestión de la presente temporada no ha sido buena porque no ha sabido inculcar un modelo de juego definido. Siempre he pensado que es contraproducente no adaptarte a la realidad del equipo y de la temporada y, de esta forma, detallar diferentes aspectos del juego pero, con todo ello e incluyendo un mercado invernal, el Real Valladolid 2023/2024 está por definir. ¿A qué juega este Real Valladolid? ¿Qué prioriza el actual cuerpo técnico? Éstas son dos preguntas importantes a la conocer y mostrar un modelo y el actual Pucela no las tiene definidas, entendiéndose por ello intrínsecas al equipo y al juego.
Analizando la presente temporada al completo, el Real Valladolid la inició con el lastre de la mala gestión del mercado de verano. En las primeras 10 jornadas, el condicionante era alto y la excusa era real. El paso del tiempo, no, y menos tras el mercado de invierno. En enero, el Club firmó lo que necesitaba el juego y lo que tanto demandaba Pezzolano. Variantes arriba, polivalencia en ataque, referencias ofensivas, centrales para vivir en bloque alto… El potencial del Real Valladolid ahora es alto, pero su utilización no es correcta o, como poco, no es lógica ni estable. A estas alturas de la temporada, y pese a victorias tan importantes como la conseguida (3-0) ante el Real Oviedo, el equipo no tiene identidad y es curioso porque éste es el momento en el que más definidos están los roles.
Mimbres sin identidad
Sin David Torres y sí con Cesar Tárrega, Pezzolano ha definido mucho qué quiere sin el balón y, ante todo, dónde quiere que ocurra el juego… de inicio. En cambio, y pese al plus diferencial que dan Amath Ndiaye y Stipe Biuk, el Real Valladolid no está definido. No deja claro qué quiere hacer. Esos mencionados automatismos que tanto se demandan y trabajan en el fútbol no existen en el actual Real Valladolid. No están intrínsecos a los jugadores. Ni en defensa ni en ataque. El Pucela no es estable ni constante en ninguna de las cuatro fases del juego. Deja a sensación de depender más de acciones individuales que de una idea marcada y definida.
Obviamente, éste es un problema. El Real Valladolid tiene buenos jugadores pero no posee una idea ni un liderazgo para ejecutar un plan de partido. No hablo de una improvisación, ni mucho menos, pero sí de una falta de convencimiento en la idea que tiene Pezzolano y que, como ha quedado demostrado en los últimos partidos, se ha convertido en mucho más especulativa de aquélla con la que se comenzó la temporada y, claramente, aquélla de la que hizo gala el uruguayo en su llegada a España.
El Real Valladolid especula mucho más en las últimas semanas porque, alejado de una idea y un estilo, varía mucho las alturas dependiendo del resultado y del momento del partido. En Andorra la Vella, por ejemplo, el gol de Enzo Boyomo cambió laa ltura de un equipo que quisó ver más el final del partido que el área rival durante los más de 60 minutos que transcurrieron entre el 0-1 y el final del partido.