Siempre se dice que un equipo en construcción es simplemente un grupo y no un equipo. Sin estar compactado, cohesionado y unido, un vestuario de jugadores es sólo eso. Actualmente, el Real Valladolid está en esa fase. Los de Paulo Pezzolano, sin pretemporada realizada en las piernas como grupo, es un vestuario con jugadores a los que le falta adaptarse. Son muchos futbolistas nuevos acoplándose a una idea de juego de un entrenador al que aún no terminan de conocer. Por ello, victorias como la de este domingo en el Estadio Carlos Tartiere fortalecen a un grupo de individualidades y no de conceptos grupales.
Aunque en el mundo del fútbol se asegure que «los equipos se forjan desde las victorias», el Real Valladolid está buscando su identidad y ésta se empezó a vislumbrar, quizás, en el segundo periodo en Oviedo. En la última hora de juego ante el equipo asturiano, los pucelanos mostraron qué buscan y cuánto de cerca o lejos están de conseguirlo. Se vieron detalles positivos e ilusionantes porque el rendimiento individual de varios activos fue muy positivo. El tanto de Marcos André define la calidad de un vestuario con interesantes jugadores.
Bajo el amparo de la calidad individual, que no de la cohesión grupal, el Real Valladolid sumó un triunfo de mérito e ilusión. La segunda victoria consecutiva dice que los pucelanos tienen mimbres, aquéllos que ejemplifican Monchu Rodríguez, Enzo Boyomo, Stanko Juric, Iván Sánchez o Raúl Moro, además del mencionado Marcos André, que sin estar bien en la temporada ni acertado en el duelo confirmó que el suyo es un juego diferencial para el Real Valladolid y LaLiga Hypermotion. Bajo el rendimiento individual de estos jugadores, que en muchos de los casos aún no están asentados en el equipo, el Real Valladolid tiene su actual sustento.
Responsabilidad
Lejos de ganar partidos por inercia grupal y por tendencia de un vestuario hecho a sus compañeros, las dos últimas victorias pucelanas ha llegado por acertados, concretos, determinados y determinantes rendimiento individuales. Pensar en la victoria ante el Real Oviedo siempre va a llevar al gol de marcos André pero, antes, está el buen hacer de Enzo Boyomo, el despliegue de David Torres, la seguridad de Stanko Juric, la verticalidad de Raúl Moro, el liderazgo y lectura de Monchu Rodriguez y el protagonismo con balón de Iván Sánchez. Ningún aspecto de la victoria vallisoletana deja sensación «coral», como se denomina actualmente, pero la preocupación y/o exigencia quizás no debe ser esa.
Sabiendo el momento del equipo, la tardía formación del proyecto deportivo, la llegada de jugadores en el último momento, el cuestionable estado de forma de determinados futbolistas y el ambiente que engloba al equipo en la temporada, pedir más que aquéllo de lo que es habitual es, quizás, irresponsable y, ahora, el Real Valladolid de Paulo Pezzolano necesita responsabilidad en todos lo frentes y uno de ellos es, sin duda, el del análisis y la exigencia. En ambos sentidos, el Pucela está para ser analizado por detalles y no por cuestiones globales. En los detalles mandan los jugadores. En lo global, el equipo.