No recuerdo cuáles fueron los términos utilizados, pero tengo grabados los gestos de Paco Herrera cuando fue destituido como entrenador del Real Zaragoza. Han pasado casi 10 años dese aquel momento pero la cara de liberación y tranquilidad del entrenador pacense es algo que no olvido. Recuerdo las imágenes de su despedida del Estadio de La Romareda sin presión y, como se dice, tras quitarse un gran peso de encima. El exentrenador del Real Valladolid agradeció aquella destitución, algo que, una década después, puede ocurrir en el Estadio José Zorrilla.
La rueda de prensa de Paulo Pezzolano en el Estadio Carlos Belmonte tras perder (2-0) ante el Albacete Balompié no es la de un entrenador sin confianza ni credibilidad en él, pero sí en el equipo, en el Club y en el proyecto. El preparador uruguayo argumentó todas y cada una de sus decisiones en el partido, incluyendo la apuesta por Robert Kenedy como delantero. Pezzolano sabe qué quiere hacer con lo que tiene, pero el problema está en lo que tiene y en su estado de forma. Este viernes, por primera vez, vi a un entrenador con falta de confianza en su plantilla y en el estado de ésta.
En dicha comparecencia habló de «recuperar» jugadores y de futbolistas «fuera de ritmo». Poniendo el foco en la rotundidad con la que el preparador aseguró que no sabe cuándo podrá tener un equipo «competitivo», la pregunta es por qué no lo sabe y la respuesta está en el estado su plantilla. El Real Valladolid tiene buenos jugadores, así lo aseguré este viernes en Twitter, pero estos no están en su mejor momento, responsabilidad del Club, ni en su mejor contexto, responsabilidad de Pezzolano.
Kenedy es el gran ejemplo, pero no el único. Marcos André no tiene ritmo, Stanko Juric está acelerado, Raúl Moro carece de electricidad, Gustavo Henrique está muy lejos de su mejor nivel… Son muchos los condicionantes que definen actualmente a la plantilla y es, por ello, que la comparecencia de Pezzolano en Albacete es la de un entrenador con desconfianza en la planificación deportiva elegida.
Devorado
Siempre he creído que el Club está por encima de un entrenador y más una entidad como el Real Valladolid que depende o debe depender de salidas y traspasos. El Club necesita potenciar a jugadores y llevarles a su mejor versión posible. Pezzolano, por ejemplo, lo está intentado con Robert Kenedy. El brasileño es visto como uno de los futbolistas más diferenciales del Granada CF que llegó a Europa League, que eliminó al Nápoles y que llegó a Old Trafford. A buen nivel, Kenedy es diferencial, pero el problema es lo lejos que está de un nivel aceptable, que ya no diferencial.
Pezzolano lo sabe y quiere recuperarle. A él principalmente pero, también, a otros. Bajo este patrón se equivoca en exponer a jugadores lejos de un nivel competitivo aceptable. Anteponer a Gustavo Henrique por Enzo Boyomo es ilógico pese a los golpes que el uruguayo ha dado al camerunés. No tiene sentido esa apuesta como tampoco la tiene el hecho de firmar en la última quincena de agosto a jugadores lejos de su mejor nivel siendo, además, futbolistas que deben tener un peso diferencial en el equipo a corto plazo.
Con todo, Pezzolano está tocado. La imagen del equipo en las dos últimas jornadas es preocupante. Él es el responsable, pero no el culpable. La planificación deportiva del Real Valladolid es patética, casi hasta insultante. No es cuestión de que el equipo deba aspirar al ascenso, ni mucho menos. El Pucela debe aspirar a formarse y desarrollarse, algo que Pezzolano demandó en Albacete pero que sabe que es complicado. La competición va a devorar al uruguayo por los plazos que el Club ha decidido tener para confeccionar la plantilla y que el preparador ha tolerado y aceptado hasta el día del cierre del mercado cuando una derrota, la tercera consecutiva, le hizo, muy posiblemente, mostrar más de lo que quería. Lo hizo y se liberó, como Paco Herrera cuando fue destituido en Zaragoza.