La victoria (2-0) ante el Real Sporting de Gijón generó una expectativa algo emocionante sobre el Real Valladolid. Esa esperanza no fue por el duelo y sí por las ilusiones tan bajas que había creado el equipo en la pretemporada y, ante todo, el Club dese el descenso de categoría. La dinámica blanquivioleta era más propia de lo que ocurrió (1-0) en Zaragoza pero, quizás, no tanto como lo vivido y sufrido en la derrota (0-2) ante la Agrupación Deportiva Alcorcón. En el último duelo en el Estadio José Zorrilla se vio un Pucela débil y perdido. Seis días después se ha visto un equipo roto y destruido en Albacete.
La visita pucelana al Estadio Carlos Belmonte ha dado un duro golpe de realidad al entorno blanquivioleta porque se ha confirmado que lo visto ante el equipo alfarero no fue cuestión de un día. Había mucho más detrás de aquel partido porque aquéllo no fue un duelo más. En la tercera jornada se sufrió mucho más que la segunda derrota de la temporada. El pasado sábado se vio lo perdido que está Paulo Pezzolano, el poco uso que sabe hacer del vestuario blanquivioleta y las heridas que el uruguayo generó en el grupo ese mismo día.
Lo forzado de muchas decisiones tomadas en el anterior duelo hicieron que los blanquivioleta crearan la sensación de un «daño irreparable», tal y como determiné. Seis días después dicha percepción se ha confirmado al ver a un equipo derrotado desde el primer minuto de partido. El Real Valladolid ha mostrado una versión peor en tierras manchegas que en el duelo anterior. Da igual el nivel, la expectativa o el pasado del rival. Los de Pezzolano son, ahora, su peor rival y en la cuarta jornada han hecho saltar todas las alarmas posibles y existentes.
Equipo y Club
El Real Valladolid ha confirmado, en el primer día del mes de septiembre, todas sus debilidades, errores y problemas. El vestuario tiene muchas carencias pero el error no está en él y sí en no saber potenciar las virtudes que el grupo tiene. Este Pucela tiene buenos jugadores, pero todos están lejos de sus contextos y/o registros. Ahí está el problema. La cuarta jornada de la temporada define que el equipo está poco o mal trabajado y que ciertos jugadores están muy lejos de sumar o muy alejados de dónde mejor pueden funcionar. Si a ello se le suma un menosprecio absoluto por la pretemporada, el equipo es un conjunto que ha dejado atrás la debilidad para mostrar una ruptura definitiva.
El duelo en Albacete no puede dejar una peor sensación, regusto e imagen y lo preocupante no es eso sino tener la certeza de que el equipo y el Club no han tocado fondo en ningún aspecto ni departamento. Los integrantes del Real Valladolid son protagonistas de esta situación, pero no responsables. La responsabilidad y culpabilidad recae en el Club. Equipo y entidad deben ser diferenciados ahora pese a que ambos estén tocados y casi hundidos. Unos ponen la cara, pero otros niegan las decisiones necesarias para que ese rostro no sea partido como ante el Alcorcón y en Albacete.