Se lo leía en Twitter a Juan Arranz al final del partido. Es insostenible vivir «hartos» en agosto, y el entorno del Real Valladolid lo está. Es insostenible crecer en una temporada así, pero, también, es imposible imaginar que una campaña así pueda terminar bien. Derrotas como la sufrida ante la Agrupación Deportiva Alcorcón debilitan muchas uniones y rendimientos. Las «sinergias», que diría Sergio González, están totalmente marcadas con sólo tres partidos de competición. Las formas de la derrota ante los alfareros han hecho un daño importante en el clima blanquivioleta y este es un golpe que puede ser irreparable hacia muchos frentes que deben ser pilares en la temporada.
El debut de John, pese a la ausencia de Jordi Masip, el estreno incomprensible de Gustavo Henrique, la apuesta ilógica por Iván Cédric durante 90 minutos, la insistencia por recuperar en competición oficial a Robert Kenedy, la gestión de los cambios… Son muchos los frentes ilógicos que deja el segundo duelo de la temporada en el Estadio José Zorrilla y todos señalan a una mala gestión y liderazgo de Paulo Pezzolano.
La lectura del uruguayo y de su amplio staff del partido es extremandamente pobre. Privar a un equipo plano y sin último pase de su jugador más diferencial es ilógico. Apostar por variaciones tácticas incompresibles, también. Terminar los últimos 15 minutos cargando el área de jugadores sin capacidad rematadora ante un rival defendiendo en bloque bajo y con solvencia defensiva en el juego aéreo marca, también, una comprensión muy limitada del camino del partido. En gestión, Pezzolano quedó señalado en el inicio. El lectura, con el avance del partido, también.
Cortoplacismo ilógico
Apostar por jugadores de su perfil cuando acumulan sólo un puñado de entrenamientos generó la imagen de un equipo débil y mal estructurado. Señalar a jugadores con un bagaje alto de pretemporada en la tercera jornada liguera abre una herida innecesaria en el mes de agosto. El perfil de Pezzolano es el de un entrenador cerrado y centrado en el corto plazo. Gestionar un equipo en el primer mes de competición como lo haría en el sexto es un error mayúsculo, pero propio de alguien sin visión de medio/largo plazo, como el uruguayo. Su perfil no ayuda a pensar en una evolución individual sino en un aprovechamiento de los momentos individuales.
Considero que todo pasa en el fútbol por el prisma y la exigencia del entrenador. Lo positivo y lo negativo. El duelo ante el Real Sporting de Gijón dejó la sensación de una propuesta clara, pero el tiempo ha confirmado una sensación irreal de aquéllo. En poco más de dos semanas, el Real Valladolid ha sido preso de su propuesta por la falta de evolución, manejo y liderazgo de su entrenador. Todo lo trabajado en momentos anteriores ha quedado olvidado porque él se ha apresurado en apostar por unos protagonistas que no están hechos ni preparados para sumar actualmente en su idea.
Sin valorar ideas, momentos, condiciones ni estados, Paulo Pezzolano se pegó un tiro en el pie este sábado. El clima del Real Valladolid es el de la inercia marcada por el descenso y por la poca confianza en los perfiles de los actuales protagonistas del Club, aquéllos que están firmando apuestas ilógicas que generan situaciones tan contraproducentes y, posiblemente, irreparables como las que genera algo mucho más duro que la segunda derrota de la temporada.