El fútbol, como la vida, tiene sus términos. Todo debe estar bien determinado y marcado y el momento del equipo de Paulo Pezzolano es un buen ejemplo. El Real Valladolid está limitado, en efectivos y posibilidades, y, por ello, la exigencia sobre el equipo debe ser controlada. Los pucelanos, pese a los condicionantes, deben estar en situación de ganar pero no deben estar exigidos a hacerlo. El matiz, por ejemplo, es diferencial. Buscando definir todo desde el término más apropiado, el Real Valladolid firmó en Zaragoza un encuentro muy digno.
Dicha dignidad es elogiable, pero insuficiente. Para todo. Lo fue para ganar el partido y, también, para ilusionar, convencer y formar un proyecto. Al Real Valladolid se le debe pedir más. En todo y para todo. El encuentro en Zaragoza fue interesante, pero insuficiente. ¿Por qué insuficiente? Porque el equipo tuvo pocas respuestas al juego. La propuesta existió, y fue buena, pero fue insuficiente. No ella, pero sí buscar la victoria sólo con ella. Un equipo que busca la victoria y que quiere estar en situación de ganar tiene que tener propuesta y respuesta, y los pucelanos sólo tuvieron propuesta. Así, el equipo se cayó en el final de la primera parte.
Los ajustes y los detalles de Fran Escriba hicieron crecer a un Real Zaragoza que tuvo muchas dudas en los primeros minutos del partidos. El inicio del duelo fue blanquivioleta; la evolución del mismo, no. El final del partido, sí, y lo fue porque los cambios sentaron mínimamente bien a un Pucela que ganó en seguridad cuando retiró al único central del primer equipo en el once y en la convocatoria. Con una nueva actuación sobresaliente de César de la Hoz, el Real Valladolid terminó asustando al rival en los últimos 20 minutos, pero antes hubo tramos en los que al equipo pucelanos le faltaron herramientas o ideas, según se mire, para hacer frente al duelo y hacer que éste fuera más que digno.
Condicionantes
La dignidad es mínimamente elogiable para un equipo con muchos condicionantes, que no excusas. Sin tu entrenador en el banquillo, con un director deportivo recién llegado, con un clima socialmente incómodo, con una plantilla con muchas debilidades, con jugadores lejos de su mejor nivel… El Real Valladolid puede estar mínimamente satisfecho, que no contento, con el partido. Lo puede estar porque se enfrentó a uno de los conjuntos más hechos, que no mejores, de la competición. Ante él y con muchos condicionantes, el empate no hubiera sido injusto.
Con Monchu Rodríguez ayudando en la salida de balón y en campo propio, Jony Montiel e Iván Sanchez tenían más libertad. Desde ella el Real Valladolid terminó cómodo, pero impotente. La aparición entre líneas de los dos jugadores interiores mencionados hacia rozar el empate, pero estos estaban poco acompañados. Un lateral izquierdo diestro, un extremo izquierdo agotado, un extremo derecho individualista y un delantero desorientado hicieron que los argumentos finales del Real Valladolid tuvieran poca consistencia y que la propuesta global fuera digna, pero no suficiente. ‘Dignidad’ e ‘insuficiencia’, términos que marcan la actualidad blanquivioleta tras la segunda jornada.