Siempre que termina un partido de pretemporada la primera pregunta que asalta a cualquier analista, periodista o aficionado es determinar las «conclusiones» del encuentro. Es más, parece imposible, cerrado el partido, no analizar quién ha sido el mejor, quién ha decepcionado y quién puede dar el salto desde el equipo filial, por ejemplo. El postpartido es eso, pero en este Real Valladolid carece de necesidad, realidad o fundamento. En una pretemporada con sólo cuatro partidos amistosos, los dos primeros dejan muy poco contenido o realidad para analizar.
Si la derrota (4-1) frente al Club Deportivo Leganés en Ávila no debía ser asumida o analizada como un golpe ni como un paso atrás, la victoria (2-0) ante el Rayo Majadahona no debe decir absolutamente nada. Por entidad del rival, protagonistas utilizados, situación de la plantilla… Nada de lo visto en los primeros 180 minutos de competición dicen nada, ni tan siquiera la manida «falta de puntería». En el encuentro disputado en Laguna de Duero, el Real Valladolid tuvo mucha presencia en campo contrario. Los blanquivuioleta se vieron cómodos en un bloque alto.
Los de Paulo Pezzolano podían vivir en campo contrario con cierta facilidad. El repliegue dispuesto por el equipo madrileño en muchas fases del encuentro ayudaba a que los pucelanos tuvieron las líneas adelantadas. Con una propuesta en la que los defensas centrales tenían mucho peso en la salida e, incluso, para el último pase, el Real Valladolid se sentía seguro, pero, por la fase de la temporada, sólo eso. El Real Valladolid no conseguía tener comodidad. En una semana muy alta de exigencia física y con varios días de sesiones dobles, el equipo careció de frescura y sin ella, obviamente, es imposible tener acierto y puntería.
Detalles de Pezzolano
Pese a no conseguir los goles que, muy posiblemente, merecieron las ocasiones generadas, la superioridad sobre el campo y la dinámica de juego del equipo en el encuentro, el Real Valladolid, poco a poco, comienza a mostrar sensaciones e ideas de su entrenador. Es cierto que los rasgos mostrados son cuestionables por la entidad del rival pero la presión avanzada, la agresividad tras pérdida, el bloque alto y la verticalidad tras robo y en campo rival son credenciales que bien puede o debe mostrar el equipo de Paulo Pezzolano en la temporada 2023/2024.
Dichos rasgos son credenciales propias del discurso y la idea que el entrenador uruguayo ha querido convencer que tiene en su cabeza y que quiere inculcar al equipo pese al lastre que ya posee sobre la planificación técnica y táctica de una temporada por el descenso de categoría sumado la pasada campaña. Es así y por ello que el margen de maniobra de Pezzolano es limitado y que necesita convencer a los jugadores de una forma rápida y directa en estas semanas de pretemporadas. En ellas, y como diría Manuel Pellegrini, se juega «el 75%» de su temporada.