El fútbol, como la vida y los análisis tiene modas y tendencias. En los últimos meses, y en contextos fútbol, muchos futbolistas son analizados desde su carrera, desde una etapa concreta pero, sobre todo, desde su versión ‘prime’. Hace unas semanas, escuchando el análisis de un jugador, éste tenía enormes elogios a su carrera pero, principalmente, a su versión prime. Entendiendo ésta como el punto más alto de su carrera o etapa, la de Óscar Plano en el Real Valladolid fue impresionante. Su punto más elevado de rendimiento en el Real Valladolid fue perfecto, pero, honestamente, éste está muy lejos del análisis de su etapa tras su despedida.
El Real Valladolid hacía oficial, este jueves, la marcha del ’10’ y, con él, se iba un jugador de enorme rendimiento en una fase de su larga etapa en el Estadio José Zorrilla, pero, a su vez, un jugador devaluado en las últimas campañas. El periplo vallisoletano del madrileño ha sido muy largo, posiblemente demasiado y es éste el problema a la hora de analizar una etapa que con el tiempo veremos con mayor objetividad que en la actualidad.
Ahora, tras consumada la pérdida de categoría, el perfil de Óscar Plano se analiza desde haber vivido y firmado dos descensos. Ésta no deja de su una impresión real pero es, a su vez, un enfoque injusto. Es real, sí, pero exagerado. El rendimiento de Óscar Plano en las seis temporadas que ha vivido en el Real Valladolid ha tenido picos, pero sus puntos más elevados han sido mayores que los puntos bajos. Analizando al jugador he recordado unas declaraciones de Víctor Orta, exdirector deportivo del Leeds United.
El ex, también, del Real Valladolid, aseguró en una entrevista en La Media Inglesa que cuando un jugador llega, en un equipo como el Leeds, a su punto más álgido (versión prime), hay que venderlo. Para él es inviable hablar de una renovación. En su análisis mencionó una «descompensación» económica en el vestuario. Mas allá de un contexto financiero, creo que el problema con Óscar Plano ha sido de tendencia, relevancia, expectativas, peso e incumplimiento de un punto de rendimiento exagerado o, como poco, puntual.
Un perjuicio común
La versión de Óscar Plano que se vivió en sus dos primeras temporadas como blanquivioleta le llevó a un estatus del que nunca salió hasta la llegada de Paulo Pezzolano. Tanto Sergio González como José Rojo, Pacheta, apostaron por él de una forma incondicional pero, en muchos momentos, más por lo que había sido antes que por lo que era en ese momento. Alejado de un rendimiento acorde a su peso en un porcentaje muy alto de su etapa, la realidad del ’10’ habla de que su etapa termina en 2023 cuando, realmente, debía haber terminado en 2021 o, quizás, en 2020.
Acabada la inercia de su versión prime, el Real Valladolid debería haber optado por colocar al jugador en el mercado. Se quiso crecer con él cuando, en realidad, una entidad como la pucelana debía haber entendido que debía crecer desde él. ¡Desde su salida! Tenía que haber utilizado al jugador para crecer y no pelear en la búsqueda por conseguir que volviese a su mejor versión. En ese pelea se han perdido, como poco, dos temporadas. Para el Club y para el propio jugador.