José Rojo, Pacheta, ya no es entrenador del Real Valladolid y lo es por una mala racha de resultados, un declive del juego y una mala imagen y dura derrota (6-0) ante el Real Madrid. Todo ha sumado y el de Salas de los Infantes ya no es el preparador blanquivioleta. Este martes se despedía el burgalés del Estadio José Zorrilla desde la sala de prensa pucelana, su mayor exposición y el principal castigo que ha tenido. Desde esos micrófonos es desde dónde se ha creado el mayor problema del burgalés.
A Pacheta se lo lleva una derrota en el Estadio Santiago Bernabéu, pero, también, una innegable irregularidad y una elocuente caída de un equipo que no era estable y que no cumplía con las expectativas que el propio preparador siempre había anunciado. «Un proyecto requiere de dos o tres temporadas», narró en varias comparecencias. Tenía razón. Hay más tiempo acumulado, mayor identidad y un poso más potente. Independientemente de los resultados, en la segunda y tercera temporada se ven detalles de seguridad y estabilidad en el equipo. Este Real Valladolid no los ofrecía.
El cambio de categoría sumaba dificultad, pero el problema blanquivioleta no ha sido el salto y sí la irregularidad. Pacheta estaba seguro de que su Pucela sería estable a estas alturas de la temporada y que independientemente del juego y del acierto, primero, y del resultado, después, el equipo tendría un camino marcado, pero nada más lejos de la realidad. El equipo era imprevisible y eso, lejos de ser un aliciente era un problema y, principalmente, un incumplimiento de los principios que él puso a su ‘proyecto’.
Convencimiento
Este martes y en todas sus comparecencias, Pacheta, pese a no ser él en mucho del contenido ofrecido, sí que ha sido un entrenador que se ha mostrado seguro de su trabajo y los frutos que iba a conseguir. Pese a que el ser humano siempre tiende a ser positivo, Pacheta nunca pensó ni imaginó que el equipo estaría a estas alturas como está, y no me refiero a resultados. El burgalés estaba seguro que la evolución iba a existir y que con ella llegaría la estabilidad en el rendimiento, que no en el acierto.
«Yo no puedo exigir al jugador que gane», ha asegurado en varias ocasiones, y es verdad, pero sí le puede pedir que crezca, que sea estable y que muestra fiabilidad. Nada de eso ha llegado al Real Valladolid en estas últimas semanas y, por ello, no se iba a conseguir una de las máximas del burgalés. «Mis equipos son mejores en las segundas vueltas que en las primeras», narró en varias ocasiones en la temporada pasada. En el convencimiento en el equipo y, ante todo, en su trabajo, Pacheta diseñó y dibujó un Real Valladolid de expectativas altas que no ha conseguido y que, por momentos, le han devorado.
Pese a que destituir un entrenador por un partido en el Estadio Santiago Bernabéu, por muy malo que sea, es exagerado, el duelo ante el Real Madrid ha sido el gran detonante sobre una base cuestionable de juego, resultados, evolución, respuesta… y expectativas incumplidas. El mayor debe del entrenador ha sido no llegar a los techos que él mismo se puso y que, pese a ser ambiciosos, no eran ilógicos ni inalcanzables.