Qué bueno es Twitter. Qué productivo. Siempre lo he dicho y siempre lo diré. De él se pueden obtener muchas opiniones y realidades. ¡Y de gran calidad! Con el cambio de escudo del Real Valladolid no ha sido diferente. La situación ha generado tanta controversia que cada opinión está bien defendida y argumentada. La mía, que es opuesta la cambio y a las formas utilizadas, se ha encontrado grandes argumentos en las redes sociales. El Club, de propiedad privada, puede cambiar su escudo y, por qué no, sus colores. Puede hacer lo que quiera porque es una sociedad anónima, pero tiene, a su vez, un matiz muy importante.
El Real Valladolid es una sociedad anónima… deportiva. El último término puede parecer residual, pero no lo es. En absoluto. ‘Deportiva’ es que se vincula a un deporte y este deporte, seguro, tiene una masa social detrás. Una masa, que sin querer usar tópicos ni populismos, suma y a la que se le debe respetar, convencer y ganar. Como dije la semana pasada, el Real Valladolid no es de sus socios, pero la entidad se debe a ellos. Sin ellos no hay Club y éste es un concepto que los dirigentes pucelanos no están entendiendo en los últimos dos años.
Tristemente, tras el confinamiento se ha creado una distancia entre la afición y la entidad que es preocupante. Se han roto unos hilos de unión porque el Club ha aprovechado la ausencia de afición para tomar una inercia sobre decisiones incomprensibles. Tomarlas y saber justificarlas. Éste es el tema principal, pero no. El Real Valladolid ha entendido que no debe argumentar sus decisiones. «Sí» y «porque sí». Son sus argumentos. Una entidad deportiva debe saber ‘vender’ sus decisiones al entorno y el Real Valladolid no es que no sepa hacerlo sino que no lo intenta.
«No podemos hacer nada»
Ya no en cuestión deportiva, que también, el enfoque del Real Valladolid en los últimos 18 meses no tiene sentido y sí cierta soberbia. No tiene argumentos sólidos, como bien demostró David Espinar este martes. La mano derecha de Ronaldo Nazário utilizó un argumento que confirma muchos de los errores que está teniendo la entidad a la hora de afrontar diferentes situaciones.
«No podemos hacer nada», aseguró sobre el escudo. Éste fue un argumento muy similar al que tuvo la temporada pasada cuando el Club no destituyó a Sergio González. No es cuestión de obligar y si de convencer porque, repito, el Real Valladolid no es de sus socios pero sí se debe a ellos. El Pucela debe saber qué necesitan sus aficionados y trabajar para ellos. Ellos son su núcleo más importante. Más allá de números. El llamado merchandising es sólo «el 5%» del presupuesto total, tal y como confirmó Espinar. El problema no es ese. ¡Ni mucho menos!
El principal problema no está en que caiga la venta de camisetas y ropa del Club. Ese problema, económicamente hablando, es lo de menos. El problema es mayor, pero parte de ahí. ¿Quién va a querer unirse a una entidad enfrentada con su gente? ¿Quién va a querer patrocinar una entidad que se aleja de los suyos? ¿Quién va a querer unirse a un camiseta repudiada por su imagen más relevante? El problema no es el merchandising, pero sí es todo lo que se puede generar desde él.
Los dirigentes del Real Valladolid ya no son vistos en su comparación con Carlos Suárez. Ahora son examinados y analizados por su gestión y sus medidas
Tomar decisiones de una forma déspota es incomprensible en una sociedad anónima deportiva. No tiene sentido imponer decisiones y menos en una entidad con una inercia tan buena como la que tenía el Real Valladolid en el verano de 2020. Tras la segunda salvación en LaLiga Santander del equipo de Sergio González el futuro pucelano era espléndido pero, tristemente, Ronaldo y su equipo de trabajo cambiaron el enfoque.
La lejanía con la gente le abrió la posibilidad a hacer de ésta una entidad alejada de su punto más cercano. Querer alejar el Real Valladolid de su esencia es un error que se propició en el confinamiento y que el Club pagará. No en la venta de camisetas, pero sí en un cierto desapego sobre el Club y sus dirigentes, aquéllos a los que ya no se les mira en la comparación con Carlos Suárez y sí por su errores y sus formas. ¡Sus formas! Sobre todo, sus formas.