Mi opinión sobre el cambio de escudo que ha realizado el Real Valladolid es muy clara y ya la ha realizado en Twitter: «Puedes modernizar. Debes modernizar. La cuestión es cómo. Y no. No me gusta el escudo del Real Valladolid. Nada». Podría cerrar con esto mi aportación sobre lo vivido en las últimas 24 horas, pero no. Quiero ir un poco más allá. Quiero porque el problema no está en el cambio del escudo sino en cómo se ha gestionado todo. Así, y dejando a un lado la importancia de los símbolos que yo sí otorgo pero que ahora no son capitales, creo que el problema en el cambio de escudo no está en la pérdida de identidad pero sí en la mala gestión hecha para la variación del mayor logo que define al Real Valladolid.
Los años pasan y un escudo no es que pueda sino que debe ser variado, actualizado y modernizado. La idea de detallar el escudo del Real Valladolid era buena y necesaria. La cuestión era cómo hacerlo, desde qué punto mirarlo y bajo la opinión de quiénes sustentarlo. Sin intención de buscar demagogia en este asunto, entiendo que todo ha estado mal gestionado porque, principalmente y como decía Arturo Alvarado en Twitter, todo parte de una actitud déspota. El Real Valladolid de Ronaldo Nazário ha cambiado. Aprovechando la distancia creada con la pandemia, desde el Estadio José Zorrilla se creó un muro con el entorno. Ese muro ha sido aprovechado para, ahora, imponer un cambio sustancial a la historia pucelana desde la arrogancia de contar al aficionado la historia de su Club.
El nuevo escudo del Real Valladolid no hay por dónde cogerlo. Esa es mi opinión. No respeta el Real Valladolid reciente y es, además, un logo carente de personalidad. La cuestión no está sólo en eso. Hay más detalles tétricos. Hacer ver al aficionado que es el propio Club el que le debe explicar su historia es ridículo y ahí comienza el gran problema de este cambio. Los vídeos explicativos del porqué de los cambios son brillantes y lo son para una historia creada por el Club, pero no para la real. Es una historia casi paralela para justificar un cambio tan radical.
«El Real Valladolid no es de sus socios, pero sí se debe a ellos y movimientos como éste debilitan mucho la unión entre ambos»
Cuando tienes que ofrecer tantas justificaciones como ha hecho el Real Valladolid, malo. No es buena señal. Si hay tantas explicaciones la realidad hace pensar en que el que las da sabe que se está equivocando y el Pucela, en el fondo, sabe que lo está haciendo. Éste puede ser un movimiento para internacionalizar al Club pero no en los registros que la entidad busca. Un enfoque como el que tiene el Real Valladolid prioriza la imagen y en las últimas 24 horas ésta es nefasta. La división y la polémica creada es dolorosa para la imagen de la entidad y más lo será a corto plazo.
Un desconocimiento impropio
El futuro más inmediato no tiene buena pinta y no lo tiene por los rápidos movimientos realizados por la entidad en la sustitución de todos los escudos. El Estadio José Zorrilla ha cambiado su imagen. Ha sustituido ya todos los escudos laureados por los actuales. Es una imposición y no una negociación y, ahí, está el otro gran error de la gestión de este movimiento. El Real Valladolid no es de sus socios pero sí se debe a ellos y movimientos como éste debilitan mucho la unión entre ambos. Antes de llegar al exterior, hay que cuidar el interior y el Real Valladolid no lo está haciendo en los últimos años, tal y como ha demostrado en diferentes acciones y, sobre todo, tal y como ha ratificado en las últimas 24 horas.
El cambio del escudo es cuestión de gustos. La gestión de la variación, no. Ésta es injustificable y sí propia de alguien que no conoce la historia del Club ni sus necesidades. Por muchos vídeos bien gestionados y creados, que lo están, el Pucela es un club que se debe a su gente, aquélla que estuvo con el equipo, por ejemplo, el pasado 5 de septiembre en Burgos. Un alto porcentaje de aquel grupo reniega de este cambio y de estas formas. Menospreciar a ese grupo por querer que un americano, un canadiense o un chileno se compre la camiseta blanquivioleta es un error mayúsculo. Un error propio del desconcomiento de la historia de la entidad, aquélla que, curiosamente, quieren premiar, reconocer y enseñar. Curiosamente…