No es cuestión sólo de perder sino de cómo lo haces. En ese cómo encuentras muchas respuestas para el futuro. El Real Valladolid caía (3-2) este pasado viernes en el Estadio de El Alcoraz. La derrota ante la Sociedad Deportiva Huesca mostró ciertas carencias del y en el equipo de José Rojo, Pacheta. El preparador pucelano está señalado en las últimas semanas y tras los últimos resultados e imágenes fuera de Zorrilla por la falta de consistencia, fuerza y credibilidad de su equipo. El Real Valladolid es irregular y, por lo tanto, no está bien. Un equipo como éste puede tener muchos rasgos y cualidades, pero ninguna debe ser la irregularidad.
El vestuario es irregular en el rendimiento y, por consiguiente, en los marcadores. Siendo el juego bipolar es complicado y casi imposible ser estable y es éste el principal problema del Real Valladolid. El blanquivioleta es un problema futbolístico. El equipo está desajustado y a Pacheta le está costando más de la cuenta detallarlo. Confío mucho en el burgalés. Siempre lo he dicho. Lo he asegurado con la misma rotundidad con la que he creído que es el tipo de entrenador que necesitaba este equipo desde el primer día de la nueva temporada. Lo creía y lo creo. Lo mantengo.
Sabiendo que para cambiar la dinámica de un equipo como éste el tiempo y el «proceso», como él dice, son largos, es ese tiempo el que se está convirtiendo en el mayor enemigo del de Salas de los Infantes. La caótica pretemporada que vivió el equipo ya no resta pero sí que lo puede estar haciendo la gestión del entrenador. El equilibrio que Pacheta siempre busca en su equipo y el contento generalizado con el que ha querido convivir en estos primeros meses puede que le esté lastrando los plazos de la evolución del equipo.
Liderazgo y ambición
El clima en el que el entrenador quiere que se maneje el equipo ha frenado la imposición de roles y papeles en el vestuario. Al equipo le ha costado asentarse en determinados perfiles y, por ello, el crecimiento está siendo más costoso del esperado y del deseado. A este Pucela le cuesta dominar y ahí el equipo puede estar pagando la falta de liderazgo y la responsabilidad del entrenador de aglutinar diferentes exigencias. Limitando la exigencia del equipo y de ciertos jugadores, el Real Valladolid ve frenado su crecimiento y su necesidad de ser ambicioso.
Pacheta sabe de dónde viene el equipo y en alguna ocasión lo ha analizado. Sabe el trabajo que tiene por delante. El que asumía, el que ha conseguido y el que le queda. El punto de partida es un tema capital para analizar la andadura del burgalés. Él lo sabía y, por ello, ha asumido un estilo de análisis que no le ayuda. Resulta sorprendente pero Pacheta sólo es crítico en la victoria. En la derrota es demasiado positivo. Este enfoque limita la exigencia de un equipo que lleva instalado en el negativismo mucho tiempo pero que, ante todo, vive en el conformismo. El equilibrio en la exigencia es capital y el entrenador, al menos en su discurso, no ha conseguido el nivel que este equipo necesita.
Tras 20 partidos oficiales, Pacheta se ha equivocado. Lo ha hecho mucho, obviamente. En cambios, lecturas de partidos e intervenciones. En el directo es mejorable, como todos. Cualquier análisis genera un toque resultadista pero no creo que eso vaya a ser o deba ser el foco de atención del burgalés. En las decisiones no está el error de un entrenador en una temporada. Son miles las que se toman.
Por encima de ellas está el estilo, el discurso y la exigencia. Son las formas y las ideas las que definen a un entrenador. Son determinantes en el análisis y es sobre ellas sobre las que se debe profundizar, como dice Óscar Cano, porque desde ellas se entienden decisiones y se pueden mejorar muchas de esas medidas. Son ellas las que firman los resultados pero no las que las generan y es ese estilo el que define a Pacheta y no a quién cambia y cuándo.