Ni ha sido ni está siendo ni será una temporada fácil para el Real Valladolid. Han sido semanas exigentes y complicadas en las que se ha analizado mucho al equipo blanquivioleta por sus resultados y las expectativas puestas en él. Tras el descenso, la exigencia sobre los de José Rojo, Pacheta, era total y al equipo le costó asimilar diferentes situaciones. Además, la racha de tres derrotas consecutivas debilitó mucho a un equipo en fase de convencimiento. Pese a que sólo se hayan vivido 13 jornadas, el actual Real Valladolid ha tenido mucho altibajos, aquéllos que se deben suprimir con victorias y partidos como el disputado ante la Sociedad Deportiva Éibar.
Los pucelanos están en un momento crucial y lo llevan desde que viajaron el Estadio de Butarque. Visitar al Club Deportivo Leganés era el comienzo de esa etapa que tanto demandaba Pacheta. El burgalés quería una fase de la temporada en la que pudiera exprimir a sus jugadores. Quería contar con un grupo importante de ellos y utilizar una etapa de semanas con varios encuentros consecutivos. De esta forma el burgalés estaba convencido de llevar al equipo a su mejor versión porque conseguiría exprimir el máximo número de sus jugadores.
Tras aquella victoria (0-2) en Butarque, el Real Valladolid ha empezado una etapa que aún no ha terminado pero que ha dejado ya una reivindicación importante de los pucelanos. Ganar a la Sociedad Deportiva Éibar en el Estadio José Zorrilla no es sólo un resultado favorable. Es, a su vez, la confirmación de que el mencionado «proceso» está creado y que es fiable y seguro porque todos creen en él y están seguros de él. Desde el día a día, Pacheta ha convencido a los jugadores y estos están preparados. Lo están porque tras ganar (1-2) en Gijón y superar al equipo armero como se hizo este domingo, este Real Valladolid se ha reivindicado.
Como titulaba para ElDesmarque Valladolid en la crónica del partido, los tres puntos ante los de Gaizka Garitano hacen que los blanquivioleta presenten su «candidatura» para luchar por el ascenso. En momentos, muy prematuros pero con ciertos argumentos, se llegó a dudar de ello pero, con tranquilidad y mesura, el Real Valladolid ha crecido, ha ganado en confianza y se ha reivindicado en un duelo que resume las 13 jornadas vividas y el estilo del equipo.
Diversidad de registros
Los de Pacheta son, a estas alturas de la temporada, un equipo de altibajos. Obviamente no tienen controlados todos los entresijos de un partido y no los tienen porque aún necesitan trabajo. Han encontrado un camino y quieren seguir potenciándolo en las próximas semanas. Lo harán convencidos y seguros de que saben sacar los partidos adelante pese a tener fases en las que son inferior al rival. Éste es un equipo de altibajos y al que le falta muchos ajustes pero que comienza a tener controladas ciertas respuestas al juego.
El equipo no es maduro pero sí que comienza a ser responsable y comprensible. Éste no es un Real Valladolid que se desquicie por un mal juego, un mal inicio de partido o una etapa en la que el rival es superior. El equipo, psicológicamente, está muy bien preparado y entiende qué va a vivir en el partido y cómo debe responder ante ello. El lenguaje corporal del equipo es de tener las situaciones controladas y eso, a medio y largo plazo en el partido, es protagonista. Lo nota hasta el equipo rival.
Así, el Real Valladolid de Pacheta crece durante los partidos. Propone y responde, acción capital en cualquier encuentro de fútbol y que los blanquivioleta tienen ya intrínseca a su personalidad, la misma que ante la Sociedad Deportiva Éibar se reivindicó para una victoria de prestigio, un estilo convincente y evolutivo y un «proceso» que ya es innegable.