En 12 jornadas disputadas se superan los 1.000 minutos de juego. Ésta es una cifra importante y un dígito que conlleva a ideas, sensaciones y decisiones. Con esos partidos en la mano ya se pueden sacar conclusiones y ya se pueden crear ideas concluyentes de lo que va a ser la competición y, obviamente, de cómo va a responder el equipo en cuestión. En lo que respecta al Real Valladolid de la temporada 2021/2022, la visita a Estadio de El Molinón conlleva que ya se pueda examinar de forma minuciosa a los de José Rojo, Pacheta, tras superar esos 1.000 minutos de juego.
Con ellos se ve un equipo que no está asentado pero que lo está haciendo. El Real Valladolid, tras las primeras doce jornadas, es, ante todo, un equipo que ha dejado atrás su primera crisis. Los pucelanos han dado carpetazo a la racha de tres derrotas consecutivas y lo han hecho con la consistencia de un equipo que ha crecido poco a poco tras ellas. De forma progresiva, Pacheta ha hecho crecer a los suyos, tal y como se demostró en Gijón. Lo visto en el Estadio de El Molinón vale para entender en qué circunstancias está el Pucela y qué peso tiene Pacheta de ello.
El entrenador burgalés quiere un equipo con personalidad. Con un juego más o menos vistoso, el actual Real Valladolid debe tener protagonismo y ser reconocible. Desde esas credenciales, el Pucela crecerá y superará momentos complicados y difíciles. En esta ocasión, el equipo creció mucho desde el pitido inicial. Lo hizo sin ser vistoso pero sí siendo seguro y fiable.
Tras lo vivido en el empate (1-1) ante la Unión Deportiva Ibiza, los pucelanos necesitaban un partido como el firmado en El Molinón. Con él, confirman muchas de las demandas que tiene el equipo y aseguran, no su margen de mejora, pero sí muchos detalles que les van a llevar a llegar a esos retos que el equipo quiere.
Una victoria de renombre
El Pucela sigue necesitando tener mayor poso en determinados momentos del juego, debe realizar mejores y más sosegadas lecturas y, ante todo, debe decidir mejor en las transiciones defensivas. Necesitando todas esas mejoras, el equipo se mostró seguro, fiable y asentando en los 90 minutos en Gijón. Sufrió, lógicamente, pero supo hacerlo. En cualquier categoría no importan tanto los momentos de superioridad como sí la respuesta en los de inferioridad.
Pacheta y los suyos sabían que iban a tener momentos de inferioridad en el encuentro y que en su respuesta estaba parte del éxito pero, sobre todo, de su evolución. Con los 90 minutos del partido ante el Sporting de Gijón ya disputados y enfriados, la sensación del Real Valladolid es muy buena. No lo es por los tres puntos sino por cómo se consiguieron y por lo ofrecido para obtenerlos y para saber, ante todo, que fue justo que la victoria volara a Valladolid.
Los pucelanos se mostraron maduros en el encuentro y creíbles en su evolución. El empate ante la UD Ibiza ha sentado bien a un equipo que ha crecido con él y desde él, pero porque ya venía evolucionado en semanas pasadas. Hasta superar los 1.000 minutos de juego, el Real Valladolid ha crecido mucho, tanto como para conseguir una victoria de enorme renombre de forma justa y merecida y no ante la peor versión del rival.