El Real Valladolid tiene grandes y graves problemas de confianza. El equipo no cree en la idea de José Rojo, Pacheta. No confía en ella o, como poco, no la tiene clara. Eso se demuestra en las pocas respuestas que los jugadores ofrecen sobre el campo. Para mí, y como desarrolle en el directo del partido con la crónica para ElDesmarque Valladolid de la derrota (1-0) ante el Girona FC, este equipo tiene carencias psicológicas y futbolísticas. Personalmente creo que las primeras son más, mayores y más importantes y que sin curar estas no se puede atacar las segundas, pero nada debe quitar los problemas de propuesta, ejecución y respuesta que tiene este equipo.
Lo único estable que tiene el equipo en estas fechas en el dibujo, el esquema o el sistema, se llame como se quiera. Las piezas está situadas siempre de la misma forma. La ejecución no siempre es la misma y no lo es porque el equipo no tiene la confianza ni las herramientas para ofrecerlo. El Real Valladolid no es consistente y no lo es porque los pucelanos están lejos de aquéllo que mejor define a muchos de sus jugadores. Si algo quedó claro en el Estadio de Montilivi es que el equipo quiere crecer desde la verticalidad de los carrilleros.
Nacho Martinez y Luis Pérez eran el punto de salida y el pase de seguridad del equipo en muchas acciones. Tanto en campo propio como rival, el Real Valladolid intentaba crear desde centros laterales que, obviamente, exigen referencias de remate. El equipo no las ofrecía y ahí comenzaba el problema. El Pucela jugó en Gerona y juega de forma habitual sin referencias. Ni para el área ni para la construcción.
Desde ese punto, el Real Valladolid es un equipo roto y un equipo endeble porque no tiene un rol posicional ni un jugador que mantenga el equilibrio en el centro del campo. Para mí, todo se rompe desde ahí. Roque Mesa no está ofreciendo lo que debe, merece y sabe porque no está jugando donde mejor puede llegar a esos registros.
Carencias y debilidades
Pacheta siempre ha asegurado que jugará con los jugadores que mejor estén y que se adaptará a lo que le pidan los propios futbolistas. Por el momento, esa afirmación no se está cumpliendo. Ni de lejos. Después de un trabajo de conocimiento de la plantilla, el burgalés está tocando piezas para dar con la tecla. Ha cambiado nombres pero ha seguido manteniendo la incertidumbre de saber qué busca y por qué. El Real Valladolid está mal situado sobre el terreno de juego y, por ello, transita mal. Tanto en defensa como en ataque pero, sobre todo, tras el robo, los de Pacheta tienen carencias en leer el primer pase.
El Real Valladolid se autolimita porque no sabe qué hacer cuando roba. No es superior a ningún rival porque no está bien estructurado. De base, el equipo no tiene las ideas claras y no parte bien. No inicia correctamente. Después llega el desorden y las batallas individuales. Pacheta, en la previa a Montilivi, habló de utilizar la individualidad para forjar una identidad grupal pero nada está siendo más lejos de la realidad. El Real Valladolid muestra individualidades pero para romper al equipo.
Sin una buena estructura, el Pucela flojea. Cuando se debilita se rompe porque se engrandecen sus debilidades y carencias. Desde esas carencias, el equipo se inmola y muestra su peor versión al no saber entender qué tipo de individualidad necesita. Con todo se demuestra que el mensaje no cala, que Pacheta no está convenciendo y que el equipo, lejos de mejorar, sigue instalado en aspectos futbolísticos, psicológicos y de gestión de la temporada pasada. Desde ahí se entienden muchos de los problemas del equipo, aquéllos que son más graves que tres derrotas seguidas.