«El público nos va a aplaudir y lo va a hacer, incluso, en partido en los que perdamos». Ésta es una frase que José Rojo, Pacheta, ha realizado ya en varias ocasiones. La hizo en su presentación y, también, en varias ocasiones más. «Lo he conseguido en todos los lugares en los que he estado», ha narrado. El burgalés, tras perder (3-0) en Burgos, volvió a mostrar la seguridad de que iba a convencer al público del Estadio José Zorrilla. El entrenador pucelano estaba y está totalmente convencido de que el aficionado se va a rendir con el equipo.
La seguridad del preparador burgalés de tener el apoyo del público es total, pero para ello debe conseguir, primero, el convencimiento de un grupo que deja sensaciones preocupantes en los últimos dos duelos. El problema pucelano no está en los dos últimos resultados, como sí en la poca confianza y fuerza para dar la vuelta a los resultados. Tanto en Burgos como ante el Club Deportivo Tenerife, el duelo ya estaba torcido en el tiempo de descanso. Pese a ello y a los cambios realizados, el equipo no consigue dar la vuelta al partido, no marca y, lo que es peor, no hace dudar al rival.
Con el marcador en contra, el Real Valladolid no es superior al rival y no consigue llevar al duelo a los registros que éste pedía. Los pucelanos no han conseguido llegar a su mejor versión y no lo hacen porque el grupo no parece tener credibilidad en lo que tiene que hacer. No creo que sea una cuestión de no querer o de indolencia. Personalmente, con un marcador en contra, el Real Valladolid se bloquea y no tiene ideas para dar la vuelta al partido. Obviamente, el responsable de esta falta de personalidad, carisma y arrojo es el entrenador. Es él el que no consigue transmitir al equipo su confianza ni sus ideas.
Primero, el equipo
Seguro de hacerse con la confianza del público, Pacheta no debe olvidar, porque seguro que lo sabe, que los que se ganan al público son los jugadores. Por mucho que él tenga claro qué quiere, si no consigue inculcarlo en el equipo, el público no le va a comprar nada de lo prometido porque no verán, en ningún momento, a un equipo seguro, fiable y convencido de lo que le manda el entrenador. Siendo ésta la imagen del Real Valladolid en los últimos dos partidos, Pacheta debe estar preocupado.
El entrenador del Real Valladolid deba hacer saltar las alarmas por el trabajo que debe hacer sobre la plantilla y, también, por el convencimiento que debe inculcar en una plantilla que no tiene un lenguaje corporal acorde a sus exigencias. Los pucelanos deben ser un grupo y un equipo con fuerza, coraje y personalidad. Viendo eso, el público aplaudirá pese a las derrotas en las que los detalles sean capitales pero, ahora, en en duelos como el del CD Tenerife, el equipo no perdió por ajustes y no supo mostrar nada para que el público estuviese con él. Ahí está el principal trabajo de Pacheta y su cuerpo técnico. Primero el grupo y, con él, el público.