Recuerdo que hace varios años tuve la oportunidad de acudir a una charla de Emilio Larraz, actual entrenador del Real Zaragoza B y expreparador del Racing de Ferrol, entre otros. Es una distendida charla de metodología, él aseguró que todos los entrenadores entrenan al «máximo nivel», independientemente de la categoría, por su implicación. «Pensad que vuestras sesiones tienen que ser las mejores porque son las vuestras. Debéis pensar que estáis haciendo lo mejor», aseguró. Sonó, en parte, a corporativismo pero, también, a la motivación a la hora del trabajo.
Sobre el fútbol siempre hay un mito del trabajo o, mejor dicho, de la falta de trabajo. Pese a que el topicazo de «entrenan hora y media y ya está» ha quedado mínimamente enterrado, las criticas a la ausencia de trabajo son contantes, tal y como ha ocurrido en el Real Valladolid en las últimas horas. Tras una complicada pretemporada y una preparación cuestionable por la imposibilidad de cumplir el guión trazado, José Rojo, Pacheta, ha dado a sus jugadores tres días libres. Se trata de una medida que tendrá explicación pero que suena rara e innecesaria.
La sensación actual es contraproducente y lo es por la necesidad de exigencia que hay sobre el equipo. Lo hay por el descenso, pero también y, sobre todo, por cómo se produjo la caída a LaLiga SmartBank. Al Real Valladolid se le puede pedir más y se le debe exigir más. No dudo que el actual cuerpo técnico vaya a hacerlo pero, de la misma forma, se debe vender que se hace. El fútbol es cada día más visual y la situación pucelana lo exige. Si uno pide apoyo, se lo debe ganar y es este el matiz que se pide ahora.
Recuerdo en 2012, cuando pude presenciar la pretemporada al completa del Real Valladolid de Miroslav Djukic, que vi una falta de trabajo importante. Disputando muy pocos amistosos al ser el último equipo en cerrar la temporada con el play off de ascenso, el Pucela jugaba contra el tiempo. Necesitaba prepararse para el regreso a LaLiga Santander y las formas fueron cuestionables. El cuerpo técnico concedió días libres al equipo dentro del stage de pretemporada.
Miroslav Djukic y Sergio González
Aquello fue sorprendente, como lo ha sido, también, el ritmo de trabajo y exigencia de Sergio González y como lo es, ahora, que el equipo tenga tres días libres antes del inicio de la temporada. Todo, obviamente, tendrá una explicación que no es que haya que dar sino que hay que ofrecer para recuperar la confianza que se ha perdido en el equipo y que Pacheta aún no tiene. Nadie criticó la preparación de verano de Djukic en 2012 porque el equipo venía de ascender y, más aún, cuando se ganaron los dos primeros partidos ligueros.
Tristemente, el trabajo se entiende con el resultado. Cuántas veces se ha escuchado aquéllo de «qué buen trabajo hace el entrenador» coincidiendo, no de forma casual, con un éxito clasificatorio o una victoria. En el fútbol, como en la vida, el trabajo no siempre da frutos. En el Real Valladolid ha habido grandes entrenadores, con técnicas meticulosas y una implicación total, que no han ganado y, en cambio, otros, con lo básico, son vistos como grandes héroes por factores ajenos al día a día. Así funciona este deporte.
Con todo ello, el Real Valladolid afrontará la semana previa al estreno liguero ante la Unión Deportiva Las Palmas tras tres días de descanso. Una forma criticada y cuestionable pero que, al 100%, tendrá lógica, sentido y unos argumentos que debería ofrecer el cuerpo técnico como una forma para ganarse la confianza que Djukic y Sergio, por ejemplo, tuvieron en sus métodos de trabajo pero que, por ahora, el burgalés no tiene y eso que su llegada ilusiona y gusta al mundo blanquivioleta.