Este viernes y este sábado, con los dos primeros amistosos de la pretemporada, comienza de forma más palpable la preparación del Real Valladolid. Por muchas sesiones de entrenamiento que se hayan realizado, el diseño del equipo y de la nueva temporada no parece iniciarse hasta que se juega el primer partido y se puede calibrar, en mayor o menor medida, qué propone el equipo, qué busca el entrenador y cómo quiere todos estos conceptos del juego. El verano blanquivioleta es exigente y por ello hay una palabra que va a definir muy bien la formación: no.
Cualquier verano, cualquier pretemporada o cualquier preparación de un equipo de fútbol conlleva muchas preguntas y esta temporada, desde el Estadio José Zorrilla, la gran mayoría se van a responder con una negación. ¿Son válidos los partidos de pretemporada? ¡No! ¿Se pueden sacar grandes conclusiones con el verano? ¡No! ¿El Real Valladolid ha conseguido la base que quiere con estas semanas? ¡No! ¿Pacheta ha convencido ya al grupo? ¡No! ¿El equipo es más favorito para sus objetivo tras esta preparación específica y global? ¡No! ¿Se ha cerrado el capítulo de las últimas dos temporadas? ¡No!
Hace unos días, en un artículo de AS, leía que para Julio Baptista, nuevo entrenador del Real Valladolid Promesas, la fase de pretemporada es capital. Es la etapa más importante de la temporada. Lo leí, analicé sus argumentos y me sorprendió. Me pareció un análisis muy genérico y hasta algo superficial. Obviamente, en el verano se sientan las primeras bases pero es eso, las ‘primeras’ y no las ‘bases’. El Real Valladolid, como todos los equipos en cambios, tiene las primeras semanas de entrenamiento para dejar claro qué buscan y para preparar parte de su idea inicial pero es la competición la que coloca al equipo en su lugar, en su exigencia y en su estilo.
Nada es suficiente
Por mucho que el Real Valladolid evolucione en estas y en las siguientes semanas hasta el estreno en Las Palmas de Gran Canaria, lo determinante y lo que define al equipo son los tres primeros partidos. ¿Que hubiera sido de la temporada 2012/2013, con Miroslav Djukic en el banquillo, si no se hubieran ganado las dos primeras jornadas? Después de una pretemporada cuestionable en todos los sentidos, la base de la temporada anterior y el punto diferencial de los pocos fichajes realizados firmaron dos victorias de renombre. Con ellas se generó un colchón que la pretemporada no dio y un impulso capital para toda la temporada. ¡Para toda!
¿Fueron definitivos aquellos seis puntos para la salvación? ¡No! ¿Se hubiera salvado el Real Valladolid sin esas dos victorias? ¡No! Lo que se consigue en las primeras jornadas no es definitivo pero sí que consigue cambiar la cara a los equipos y hace que afronten las exigencias de la competición con otro estilo. En el mundo del fútbol se llega a la competición con la pretemporada pero no desde la pretemporada. Se deben entender los condicionantes de una preparación de verano y es obligatorio saber que en verano todo debe ser contextualizado y negado. Nada es definitivo, nada es seguro y nada crea el camino. Sólo ayuda.
La pretemporada es la primera base que se genera en un equipo y es un núcleo que trabajar pero no sobre el que trabajar. Con el verano no se coloca ni la ‘primera piedra’. Se hace un pequeño sustento para llegar a las primeras tres jornadas, siendo ellas las diferenciales para saber cómo va a afrontar el equipo la nueva temporada tras una pretemporada que debe ir acompañada de tanta exigencia como negación. Nada vale, nada es suficiente y nada es significativo.