Sergio González, Ronaldo Nazário y Miguel Ángel Gómez son responsables del descenso del Real Valladolid. Sin un reparto ecuánime, los tres han quedados señalados tras la pérdida de categoría. El brasileño ha prescindido del entrenador y del director deportivo en una innegable muestra de lo que él entiende como responsabilidad. Entre los tres suman un alto porcentaje del resumen de la mala temporada 2020/2021 pero otra parte de las respuestas está, también, en la plantilla.
El vestuario, aquél que se reforzó mucho y, personalmente, bien en el pasado verano, no ha cumplido con ninguna expectativa, ni siquiera con las menos esperanzadoras. El equipo ha carecido del nivel esperado y, por ello, las críticas y las responsabilidades también llegan a los que eran jugadores de Sergio González. Tras dos permanencias en LaLiga Santander, el Pucela ha descendido y la mirada se centra sobre los fichajes y ahí está el principal error. El principal enfoque al poco rendimiento de la temporada se debe hacer sobre aquéllos que ya habían mostrado su opciones de rendimiento y que se encontraban asentados en el Club y en la ciudad.
Creyendo que aquéllos que conocen la casa son los que deben asumir un mayor porcentaje de peso, ése ha sido un gran problema. Quizás el mayor. Eran varios los jugadores del último Pucela los que habían convivido en la temporada 2019/2020 e, incluso, en el 2018/2019. Además, una parte importante firmó el ascenso de 2018. Ellos tenían un nivel que mantener, no al que llegar, y no lo han conseguido, creando un importante problema
Creyendo que no se puede exigir al nuevo aquéllo que no da el veterano, el Real Valladolid se ha desquebrajado entre exigencias y realidades de nuevos y conocidos. Obviamente, muchos fichajes no han dado el salto de calidad y posibilidades que se esperaba de ellos y se les presuponía por sus perfiles. Fabián Orellana no ha sido decisivo, Shon Weissman no ha sido el goleador que se soñaba, Luis Pérez y Saidy Janko no han tenido regularidad en el lateral… Los fichajes no han estado sobre lo esperado, pero los veteranos no han ofrecido lo que ya se sabía que podían ofrecer, dejado, así, muchas preguntas. Demasiadas.
Dudas y certezas
¿Qué ha sumado esta temporada para el currículum de Joaquín Fernández? ¿Por qué Rubén Alcaraz ha bajado tanto su relevancia en el equipo? ¿Qué le ha pasado a Nacho Martínez para no ser ni un porcentaje mínimo de lo que fue? ¿Por qué Sergi Guardiola ha estado tan terriblemente mal? ¿Qué ha aportado en ataque Pablo Hervías esta campaña? ¿Cuántos puntos ha dado Jordi Masip está temporada? Estas son cuestiones básicas, tangibles y objetivas sobre el rendimiento que podía y no ha sabido ofrecer el equipo.
Saber cómo se iba a aclimatar Shon Weissman al Real Valladolid y a España era una incógnita. Valorar cuánto rendimiento podía obtener Sergio González de Fabián Orellana o cómo podía entender las necesidades de Roque Mesa, también. Determinadas cuestiones estaban en el aire pero otras, por el contrario, supuestamente estaban confirmadas.
Una gran parte de la base de otros años se mantenía, pero si esa estructura no es fiable, como se ha demostrado, no hay posibilidad de crecimiento y el salto de calidad que se busca se convierte en un salto al vacío. Con todo y obligando a que cualquier detalle tenga un análisis futbolístico, el responsable máximo es uno, aquél que no consiguió dar al equipo las pautas, la regularidad, el equilibrio y el salto diferencial que necesitaba este proyecto con incógnitas pero, también, con una buena y rentabilizada base que no ha sabido repetir sus expectativas.