En los últimos días Sergio González ha estado muy expuesto en los medios de comunicación. Ha sido su decisión, obviamente, ya que ha elegido los círculos en los que él sabía que iba a estar más tranquilo y en los que las preguntas no iban a ser incómodas. Él dirigiría en parte las entrevistas y en ellas y en la comparecencia previa al último duelo de la temporada, el catalán se mostró sincero. No intentó engañar ni edulcorar la realidad. Sergio habló de los puntos que han marcado y definido al Real Valladolid toda esta temporada. Escuchándole, uno es consciente de lo importante que hubiera sido que este equipo hubiera sido analizado desde la máxima sinceridad siempre.
Sergio ha estado muy pendiente de su imagen esta temporada. Sólo se salió una vez del guión establecido y bien pronto rectificó. En Vitoria, el entrenador mostró cuál era el verdadero problema del equipo: la diferencia entre los jugadores y el cuerpo técnico. La distancia entre ambos era elevada. La situación tras la dura derrota (1-0) en el Estadio de Mendizorroza señalaba al entrenador catalán pero éste se vio sorprendido por la decisión de Ronaldo Nazário. Inexplicablemente, el Club no le destituyó, muy posiblemente lo que él buscaba, y le dejó la decisión a él.
El catalán debía elegir, entonces, entre la honestidad y su imagen y, obviamente, eligió su camino. Olvidándose de esa ‘sinergia’ tan importante creada con el Real Valladolid, el catalán aseguró que él no iba a definirse como un incapaz. En una persona como Sergio, una dimisión es la muestra de que no se siente capacitado y eso es algo que Sergio no iba a permitir para su imagen.
Así, y elogiando más a los rivales, por muy malas dinámicas y situaciones que tuvieran, que analizando la realidad de su equipo, Sergio edulcoró la realidad del Real Valladolid para proteger su imagen y, con todo, el proyecto ha muerto por su incapacidad de ser sincero y honesto. En palabras y hechos.
Un partido ya visto esta temporada
Obviamente, el catalán no debía haber terminado la temporada en el banquillo del Estadio José Zorrilla. Había hecho méritos para ser destituido en varias ocasiones y por varios motivos. Ya fuera por resultados, por el fruto de un trabajo que no daba lo que este grupo necesitaba o por unas declaraciones lejanas de las realidades pucelanas, Sergio González ha dado a este equipo muy poco de lo que ha necesitado durante la temporada.
Desde la sinceridad, este equipo podía haber crecido en sus limitaciones pero Sergio se centró en edulcorar la realidad, todo aquéllo que no hizo en la previa ni en el análisis tras perder ante el Atlético de Madrid. Su discurso, lleno de tópicos y verdades a medias, quedó a un lado para el último partido. Así, por fin, se analizó un encuentro sin mirar más que al terreno de juego y a lo que todos veíamos. El equipo fue mejor que el rival en momentos concretos pero, como es habitual, fue insuficiente.
Esos tramos fueron determinados pero, nuevamente, el equipo se cayó porque la dirección desde el banquillo no fue buena. El Real Valladolid firmó una buena primera parte pero, tras el paso por los vestuarios, el equipo se tambaleó y se cayó cuando Sergio tomó su primera decisión. Un hecho significativo de toda la temporada pero, a su vez, un movimiento jamás analizado ni asumido por el entrenador. Negando la realidad, el equipo se iba muriendo y nadie quiso verlo o, al menos, confesarlo hasta que ya no tenía solución.