La temporada del Real Valladolid está a sólo tres partidos de llegar a su fin. Pudiendo aún conseguir la salvación en LaLiga Santander, el transcurrir de la temporada ha marcado todo el análisis que se haga, independiente de cómo termine el año. La campaña no es buena y nadie va a salir bien parado de ella. Con todo, y creyendo que es importante buscar responsables, que no culpables, Sergio González es, para mí, el mayor señalado por la temporada. Lo es por como veo yo el fútbol. Creyendo que en este deporte el entrenador es capital, la gestión del catalán le señala mucho. Para mí, muchísimo. Al que más, pero no el único.
Es cierto que durante la temporada se han concatenado demasiadas circunstancias que no han favorecido al equipo pero, de la misma forma, han sido momentos que han puesto a prueba al Club y a muchos de sus integrantes. Estos no han sabido responder a las circunstancias ni a los golpes y muchas de las carencias de todos esos protagonistas han quedado al descubierto. Con todo, y repitiendo que Sergio González no es el único responsable, sí que es el máximo por lo público, lo tangible y lo futbolístico.
Hablando del Real Valladolid como un club de fútbol, el Pucela se ha mostrado en el terreno de jugo como un equipo blando, sin ideas y sin confianza. Todos, pese a no ser aspectos puramente deportivos, son rasgos entrenables. Si son futbolísticos o proceden del juego, se pueden mejorar desde el día a día. Para ello hay que adaptarse y evolucionar, todo lo que no ha sabido hacer Sergio González esta temporada. El preparador no ha dado con la clave pero se ha seguido creyendo en él. Ahí está el gran error que exime de cierta responsabilidad al catalán, aquél que, como siempre he defendido, ha mirado más al pasado que al presente y al futuro.
La forma en la que Sergio ha asumido la temporada es incomprensible. Con contrato hasta el año 2022, el entrenador se quiso anclar al pasado. El Real Valladolid ha estado marcado por lo que consiguió y por cómo lo hizo. Futbolísticamente, al equipo se le ha negado el margen de crecimiento y el estilo que mejor le venía. El fútbol existe en esta plantilla pero los detalles para explotarlo, no. Es una pena que en esta ocasión, Sergio no haya sabido darle la vuelta a la situación como sí supo hacer a su llegada.
Bendito ejemplo
Él cambió a Kiko Olivas, a Nacho Martínez, a Míchel Herrero o a Pablo Hervías. En pocas semanas, Sergio dio a esos futbolistas lo que ellos necesitaban para su fútbol y, claro, el éxito llegó. Sergio no impuso su idea por encima de la realidad ni de las cualidades. Habló de fútbol, trabajo el juego y se centró en las posibilidades escondidas. Ahí se diferenció de Luis César Sampedro pero desde ahí, igualmente, se ha asemejado al gallego en las últimas semanas y meses. Por todo, y aunque queden tres jornadas y el Pucela dependa de sus partidos para conseguir el objetivo, la sensación de temporada perdida es alta porque no se ha sabido enfocar el punto de partido ni de evolución.
Hace meses que el problema del Real Valladolid es de juego porque como siempre en el fútbol, todo tiene una respuesta futbolística. Parece una perogrullada pero es una realidad necesaria porque todos esos calificativos que señalan al equipo sobre sus debilidades tienen una respuesta en el día a día.
El carácter se trabaja, la personalidad se detalla y la competitividad se forja. Creyendo que en el fútbol todo un por qué obligatorio y el término apropiado, el problema del actual Real Valladolid ha sido el enfoque del día a día. Éste no ha sido el correcto y nadie ha sabido encauzarlo, variarlo ni exigirlo. Por ello la temporada es como es y el análisis va más allá de una posible salvación que estaría llena de pobreza.