La comparecencia previa de Sergio González al duelo ante el Athletic Club en el Estadio de San Mamés está marcada por la reflexión del propio entrenador de tener «pocos argumentos para defender» el sistema de juego que para él es capital. Ese «4-4-2» ha perdido credibilidad en los últimos partidos, sobre todo con los encuentros en su fase final. El poco movimiento que Sergio hace del esquema durante los partidos confirma el empecinamiento del cuerpo técnico en un sistema sobre el que hay pocas razones para seguir manteniendo. Ya no tanto en el inicio del partido como sí durante el transcurso del juego.
Los pucelanos piden variaciones y posibilidades que Sergio González no ofrece. El catalán quiere «desde el talento, la capacidad y el fútbol que tenemos», conseguir razones y justificaciones para mostrar que el equipo tiene argumentos para seguir creyendo en que el objetivo es viable. Con lo mostrado, lo conseguido y las sensaciones de ambos aspectos, el Real Valladolid está muy lejos de poder conseguir sus objetivos. Sergio lo sabe, pese a que quiera edulcorar y cambiar la realidad del equipo.
Desde esa duda de que no hay muchos argumentos ni resultados para mantener el esquema base de Sergio, el catalán se ha defendido con fuerza sobre su trabajo, el rendimiento de la plantilla y las propuestas. «Es difícil que desde el banquillo saquemos más ofensividad», aseguraba el preparador en un intento de confirmación de que él es un entrenador que siempre busca el ataque y la victoria. Desde esta base e intento de argumentos, el entrenador pucelano ha intento confirmar que sólo falta «creérnoslo».
Ese es el término que mejor marca la realidad y el rendimiento sobre el equipo y el propio preparador. Este Real Valladolid no tiene credibilidad en su potencial ni en sus argumentos y, desde ello, no encuentra solvencia, contundencia ni regularidad. Así, y como narra Sergio, el equipo debe ser más «resolutivo» en las fases buenas de juego y saber «sufrir» más en las fases de inferioridad. Esa bipolaridad para generar rendimiento es el principal problema de un equipo que sigue mostrando síntomas de formación y crecimiento tras 36 partidos oficiales disputados que aún no han generado identidad.
Creencia desde los argumentos
Sin ella, el Real Valladolid quiere seguir creyendo aunque parece muy difícil. Sergio pide creer en sus jugadores y en el equipo argumentando «el fútbol, la capacidad y el talento» que posee este vestuario. Creyendo que existen estas tres condiciones que aseguraba Sergio, el problema no está en tenerlo sino en sacarle partido y rendimiento. El catalán no se ha hecho a esta plantilla. La diferencia entre el potencial y el aprovechamiento es altísima y es ahí donde está el problema y el punto en el que se debe exigir la creencia.
«Capacidad y talento tenemos. Sólo falta creérnoslo», aseguraba Sergio González en la previa en una frase que parece excluir al entrenador de responsabilidad cuando, realmente, es todo lo contrario. Esa afirmación debe centrarse en él. Pidiendo que la fase de creer llegue en «los momentos en los que no estamos bien», Sergio no es el único responsable de llegar a las fases de debilidad, pero sí el principal de no salir de ellas. Ahí, el equipo se rompe y en esos instantes es cuando los jugadores pierden credibilidad y confianza. Sin ello es difícil tener argumentos, tal y como pide el entrenador pucelano.