En las últimas semanas y, sobre todo, en las declaraciones posteriores al duro empate (1-1) ante el Cádiz CF, Sergio González ha confirmado cuál es su lectura del juego. El preparador catalán ve mucho, por no decir todo, desde el resultado. Creyendo «que no estaba pasando nada» desde el inicio de la segunda parte hasta el gol de Juan Cala se confirma que la visión de Sergio siempre va en relación al marcador, sobre todo cuando el equipo tiene ventaja. Intenta que su discurso sea positivo al narrar el camino de un equipo que está mal. Primero por juego, después por las sensaciones que éste produce, y, por último, por los resultados que se generan con ambos.
El orden es importante porque cumpliendo esa progresión es desde donde se puede parar una sangría defensiva, mejorar un aspecto determinante del juego o puntualizar detalles que te alejan del objetivo. El Real Valladolid, actualmente, está muy lejos de sus necesidades. La mayor muestra es la cifra que marca una victoria en las últimas 15 jornadas. El Pucela ha ganado sólo un partido desde el 3 de enero. 11 puntos de 45 posibles es otra de las cifras que muestra el mal momento blanquivioleta.
Con estos dos datos sobre la mesa, nadie puede dudar de la dura situación del equipo, pero hay detalles y conceptos que son relevantes para entenderlo. De igual manera que en el inicio de la segunda parte ante el Cádiz CF se vio que el equipo se estaba rompiendo, en las últimas semanas se ve y se veía que el Real Valladolid se estaba debilitando. No sólo por los resultados. Ver cómo transcurría la derrota (1-2) ante el Granada CF o cómo afrontó el equipo la «final» ante el Elche CF eran signos claros de la debilidad de un Real Valladolid sin ideas, sin argumentos y sin respuesta.
Un objetivo, difícil
Obviamente, sin rasgos para intentar ser dominador del juego durante 90 minutos y estar en situación de ganar grandes fases del partido es imposible tener soluciones y respuestas. El Real Valladolid vive esa fase y, desde ella, deja como pobre cualquier argumento. El punto ante los de Álvaro Cervera confirma al 100% cuál es la definición del equipo. Ideas existen, sí, pero fuerza para ellas, no. El equipo no es regular ni tiene consistencia. En ningún aspecto del juego ni del rendimiento.
Así se ven partidos tan bipolares como el firmado ante el Cádiz CF que deja, a su vez, sensaciones tan contrapuestas. De la ilusión y la esperanza en el juego, a la desesperación y el amargor. Éste es el camino del Real Valladolid en sus partidos y en la consecución de sus objetivos. Sin regularidad en las sensaciones ni consistencia en la creación de contextos, las estadísticas de los partidos son malas y las cifras globales, peores. Es imposible debatir los números del equipo porque no es fácil encontrar argumentos de solidez, creencia y motivación en el juego. Desde lo segundo es inviable lo primero y sin ambos, la permanencia en LaLiga Santander se antoja, como poco, difícil.