De la debilidad de Elche al golpe ante el Cádiz hay pocos días. En una fase de la temporada en la que el Real Valladolid tenía dos encuentros determinantes para su futuro, los de Sergio González han obtenido apenas dos puntos. Sumando este fracaso con la derrota (1-2) ante el Granada CF, la realidad del equipo blanquivioleta es muy compleja y lo es, principalmente, por la diferencia existente entre el entrenador y los jugadores. Transcurridas 32 jornadas, el equipo se mueve por los mimos problemas del mes de septiembre y eso señala al enfoque del trabajo del cuerpo técnico.
Con más de 3.000 minutos de juego en esta temporada la sensación global es la de un equipo que aún se sigue buscando y que, a estas alturas, aún no ha atacado la diferencia entre las ideas y las capacidades del entrenador y el potencial del equipo. Está ya más que demostrado que Sergio González no se siente cómodo con el equipo en bloque alto. Los pucelanos, por cualidades y necesidades de jugadores como Shon Weissman, Fabián Orellana o Jawad El Yamiq, piden vivir en campo contrario y cerca del área. Esa necesidad no es correspondida por el entrenador como merece.
Esa diferencia es capital. La distancia entre unas ideas y las posibilidades es capital y es la gran señalada para entender el camino que ha afrontado el Real Valladolid y que cada semana está más asumido en el entorno. El sentimiento hacia el descenso comienza a ser ya irrefutable. El camino lleva a pensar que no se puede salvar la temporada y los análisis de por qué están, cada vez, más centrados en esa diferencia entre el rendimiento y el potencial.
La comodidad de Sergio
El Real Valladolid ofrece durante fases concretas de los partidos aspectos del juego que son convincentes. El equipo muestra tendencias para vivir cerca de sus posibilidades. Es creíble pensar en que los pucelanos pueden salir de esa situación y aumentar el rendimiento de todos sus jugadores. Ese convencimiento es pasajero y muy fugaz. Lo es porque Sergio siempre termina llevando el planteamiento a su idea y a su terreno, aquél en el que él se siente cómodo y en el que el Real Valladolid de las dos temporadas anteriores estaba fuerte. ¡El de temporadas anteriores! No el de ésta.
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