En la previa al encuentro, Sergio González habló de un «camino» del Real Valladolid que era y debía ser el fondo blanquivioleta para conseguir no sólo una victoria en el Estadio Martínez Valero sino la base para creer y confiar en la salvación pucelana en LaLiga Santander. Transcurridos los 90 minutos del partido y con la frialdad de las horas desde el final del duelo, la sensación no es sólo que los pucelanos se vieron debilitados con el duelo sino que su camino no lleva a nada. El viaje hacia ninguna parte del Real Valladolid no tiene paradas pero sí confirmaciones de que el desastre tiene muchas opciones de cumplirse y consumarse.
Es casi imposible creer en este Real Valladolid. Lo es porque el equipo vive de la insuficiencia. Los 90 minutos en Elche son inválidos para salir de la zona de descenso. Por puntos y merecimiento. El equipo no tiene argumentos para abandonar esta situación. Es muy complicado creer en que los pucelanos van a variar su situación actual porque en un duelo tan relevante como el de Elche, su insuficiencia fue justa y casi exagerada. El equipo se llevó un punto y, muy posiblemente, sea mucho más de lo que los de Sergio González se merecieron sobre el terreno de juego.
Lo ofrecido fue menor que lo conseguido y todo en un encuentro que era tildado como «final» y al que los pucelanos llegaban con la necesidad de puntuar pero, también, con la exigencia de mostrar que saben qué quieren y cómo lo buscan. En esa personalidad, «rebeldía» y descaro que pedía Sergio estaba muchos de los fundamentos de un equipo que, tras el partido, sale empobrecido. El punto no es que sea ‘pan para hoy y hambre para mañana’ sino que es una herramienta que saber utilizar y analizar.
El fantasma de Vitoria
Sin pedir perdón por el gol de Lucas Olaza ni, tan siquiera, tener que rechazarlo, las necesidades del Real Valladolid hablan de que el estreno goleador del uruguayo obliga a una lectura real de su procedencia y su consecuencia. Nada de lo visto en el Martínez Valero debe ser desde o por el gol del ’25’. El gol del defensa no debe eliminar una sola crítica a un encuentro con muchos tintes similares al duelo del Estadio de Mendizorroza. Sin ideas ni fuerza, el Real Valladolid parecía un equipo indolente. Esa sensación de no querer volvió a aparecer en el mundo blanquivioleta cuando, en realidad, era una muestra de falta de ideas y convencimiento.
En otras circunstancias, el empate hubiera sido bueno. Con un ofrecimiento real de posibilidades, cualidades y respuestas, cualquier resultado hubiera sido leído desde un camino real e ilusionante. Tristemente, y pese al gol de Lucas Olaza y el empate conseguido con él, la realidad del juego y del partido hablan de un Real Valladolid con un camino a ninguna parte. Sin regularidad, aprovechamiento de las herramientas ni convencimiento en ellas, el Real Valladolid no tiene sendero ninguno o, lo que es peor, su camino no lleva a ninguna parte que tenga un mínimo de ilusión.