Han pasado ya muchas horas desde la dura derrota (1-2) del Real Valladolid ante el Granada CF y la sensación de oportunidad perdida sigue estando en el seno blanquivioleta. El dolor por no sumar ante los de Diego Martínez está definiendo una mala resaca y va a marcar la larga espera que tiene el equipo hasta el duelo del miércoles 21 ante el Elche CF. La decepción por el resultado y por cómo se produjo marcan la actualidad blanquivioleta en una sensación que no es nueva. Lo vivido ante el Granada CF es un sabor ya vivido y sentido esta temporada.
Entre poco y nada se distancian las sensaciones globales de este último partido y la derrota (0-1) ante el Valencia CF en el mes de enero. De igual forma, la sensación de los últimos 90 minutos se parecen mucho a lo vivido en varios partidos de esta temporada. Creyendo que al equipo le falta regularidad y consistencia en su rendimiento, lo visto en el último encuentro es muy parecido a lo vivido y, sobre todo, sentido en muchos encuentros. Cuando el equipo tiene la oportunidad de un golpe sobre la mesa, la oportunidad se desvanece.
Esa dura derrota ante el Valencia CF del mes de enero es un buen ejemplo pero, también, lo son otros encuentros en los que el Real Valladolid llegaba con una dinámica positiva o desde un buen resultado. En esos casos, el equipo perdía toda la inercia obtenida al no saber cumplir con sus expectativas. Los pucelanos confirman, nuevamente, que saben vivir cómodos en registros de exigencias bajas, como en el Camp Nou. Ante una expectación y una necesidad elevada, como ante el Granada CF o en las visitas del Elche CF y Sociedad Deportiva Huesca a Zorrilla, el equipo se ha visto superado.
Aprovechamiento de recursos
Necesitando ser protagonista con el balón, buscando creación de ocasiones y notándose responsabilizado, el equipo no está a la altura. Alargar una buena racha, hacer bueno un empate positivo, tomar inercia tras una buena sensación de juego… Ante estos condicionantes, el Real Valladolid se ha caído. Lo ha hecho con fuerza y con frecuencia durante la temporada haciendo del cumplimiento de sus exigencias su eterna promesa de la temporada.
El Real Valladolid no necesita un endulzamiento como el que tuvo en el Camp Nou. Pide no sólo resultados sino, también, credenciales que le lleven a cumplir con esas victorias demandadas. Desde ellas es desde donde se puede conseguir la regularidad tan necesaria. En un momento crucial de la temporada, el equipo no puede tener los desequilibrios que le definen ni, tampoco, la irregularidad de rendimiento que tiene. En el vestuario y en el banquillo. Pese a que ya han transcurrido 30 jornadas ligueras y 34 partidos oficiales, el equipo se sigue definiendo por los problemas de un grupo en construcción.
En el mes de abril aún existen conceptos que hablan de un equipo con margen de mejora y con falta de adaptación en determinados aspectos. Desde ello se entienden muchos de los problemas y, también, muchos de los falsos cumplimientos de la eterna promesa que define a este equipo y que hace pensar que el siguiente partido no es, como dice Sergio, «el más importante» y sí una incógnita del aprovechamiento de los recursos y, por consiguiente, del rendimiento del equipo.