Recuerdo que hace dos temporadas el Real Valladolid tocó techo en el Estadio Santiago Bernabéu. La derrota (2-0) ante el Real Madrid «endulzó» en exceso al equipo de Sergio González, tal y como el propio entrenador confirmó. Pese a la derrota, el equipo firmó un buen encuentro. Tuvo acciones para adelantarse en el marcador, pero sólo los detalles privaron a los pucelanos de puntuar. De una forma similar ocurría este lunes en el Camp Nou. El buen hacer del equipo quedaba en un segundo plano tras la polémica arbitral y el gol de Ousmane Dembelé.
Pese al gol encajado y la derrota sumada (1-0), el análisis fue correcto ya que se miró al partido pucelano. El equipo estuvo muy bien y el enfoque se centró en el buen hacer del Real Valladolid en una lectura necesaria, sí, pero, por lo visto, exagerada. Tanto halago ha debilitado al equipo y a su entrenador porque ambos no estuvieron bien ante el Granada CF. En el duelo verdaderamente trascendental de la semana, jugadores y preparador no estuvieron nada acertados. Sergio se mostraba contento en la previa porque el clima era positivo y, ante todo, porque todo se centraba en la evolución del equipo y no en los números.
Con sólo una victoria en los últimos 13 partidos y con apenas dos triunfos desde inicios de diciembre, el enfoque de la situación pucelana fue algo erróneo y los de Sergio González diseñaron mal el partido. El problema del Real Valladolid no estuvo en los momentos en los que se vio superado sino en los pocos en los que él fue superior a un rival que el jueves había recibido al Manchester United y que este jueves viaja a Old Trafford. Teniendo en la mano proponer un partido de exigencia alta en el inicio, Sergio propuso lo mismo de siempre y en esos registros el Granada CF estuvo cómodo.
Creyendo firmemente que los primeros minutos debían haber sido del Real Valladolid o, al menos, de la idea del equipo de Sergio González, la dinámica del partido fue pobre porque los pucelanos nunca superaron al rival. Las esperanzas andaluzas en el partido se enfrentaban con las necesidades vallisoletanas. Esa diferencia de objetivos era capital pero Sergio González no la entendió y el Real Valladolid nunca propuso para ser superior, y menos tras el gol de Fabián Orellana.
Aprovechamiento
Pese a no ser mejor que el rival en los primeros 45 minutos ni generar por encima del nivel andaluz, el Real Valladolid llegaba al descanso con ventaja en el marcador. Era un éxito determinante porque todo se ponía de cara para un equipo que apenas debía aumentar el ritmo de juego para sacar al rival del duelo. El plan parecía claro y sin él, el error fue mayúsculo. El encuentro estaba en la mano de los de Sergio González pero estos no supieron entenderlo. Dejaron que el encuentro llegara muy vivo al último cuarto de tiempo y, ahí, el Granada CF fue determinante porque su entrenador hizo por conseguirlo.
Moviendo el banquillo y superando al Real Valladolid en las transiciones y desde la velocidad de juego, el equipo andaluz dio ese plus que se pedía a los pucelanos al inicio de la segunda parte. Ante una gran oportunidad, los de Diego Martínez sí estuvieron a la altura. El Real Valladolid, en cambio, no. Los de Sergio González y el propio catalán, que estuvieron brillantes en el Camp Nou, firmaron un manual de cómo desaprovechar una oportunidad brillante. En el juego, en el partido y en la temporada.