Para mi gusto, el Real Valladolid ha ofrecido ante el RC Celta de Vigo buenos aspectos. Es cierto que no son registros de elevada esperanza pero si suficientes para creer en que se puede haber generado un cambio y que en el Estadio de Balaídos se vieron brotes verdes en los futbolistas pucelanos. En determinadas acciones, los de Sergio González tuvieron empuje y carisma. Generalmente, estos rasgos llegaron con balón, muestra del potencial del equipo. Tristemente, sin balón, al Real Valladolid le faltó arrojo, confianza y personalidad.
Partiendo de esta sensación, las dos acciones de los goles marcan por qué pienso así y por qué creo que este equipo sigue necesitando «trabajo», tal y como aseguré después de la derrota (1-2) ante la Sociedad Deportiva Éibar en el mes de octubre. El gol del Real Valladolid llega por una acción ofensiva y de confianza pucelana. Iniciando la combinación por el golpeo de Roberto Jiménez, todas las intervenciones restantes son ofensivas, individuales y con cierto descaro, aquel que tanto se añoró en esa última acción del partido que pidió un paso al frente de varios jugadores, como Roberto Jiménez.
Volviendo a la acción del gol, Óscar Plano prolonga el balón, Roque Mesa regatea y conduce buscando campo rival y Shon Weissman participa para encarar la portería rival y busca la finalización, igual que un Fabián Orellana que ataca la portería gallega en busca de una posible segunda jugada. La confianza y las cualidades con balón se mostraban en dicha acción que define la evolución de juego del Real Valladolid en un partido en el que, quizás, no mostró mejores ideas pero sí más que en partidos pasados.
A nivel global se pudo ver la personalidad de un equipo que con balón se siente cómodo pero que está lejos de su mejor momento de confianza. El Real Valladolid tiene miedo a vivir en su campo porque se ve con paca seguridad sin balón e intenta cerrar las ocasiones de una forma que, a veces, es hasta brusca e infantil. Vigo no fue la excepción porque el final del partido en Balaídos es, por ejemplo, el mismo que en Éibar.
No está todo inventado
El empate (1-1) en el Estadio de Ipurúa terminó con una falta lateral que el equipo defendió dentro del área. Con todo, no es cuestión de problemas mayores o menores, es la concatenación de una situación que se va detallando pero que no se mejora, ni en sensaciones ni en resultados. «Esta semana hemos cambiado la estructura» pero «tenemos que darle una vuelta de tuerca», ha asegurado Sergio González en la rueda de prensa tras el partido.
Ese análisis en el que se asegura que el equipo aún debe definir cómo se encuentran mejor los jugadores asegura que en el fútbol todo se puede entrenar, trabajar y mejorar. No concibo este deporte desde el argumento de que «ya está todo inventado», porque no es así. En el día a día la posibilidad de evolución y crecimiento de un equipo es máxima. Desde ella se dota a un vestuario del atrevimiento que marca la jugada del gol anotado en Vigo pero, también, de todo aquello que falta en acciones con la de los dos últimos tantos anotados.
Después de lo vivido en la derrota (0-1) ante el Real Madrid, en el minuto 93 del duelo en Vigo el miedo se apoderó de un Real Valladolid que ha trabajado esa acción, sí, pero que no tiene argumentos para defender una situación que ocurre en el 97% de los partidos y en la que el Pucela no es fiable en el 100% de las ocasiones. Los de Sergio no muestran seguridad sin balón ni, tampoco, en acciones de estrategia. Por condiciones, respuestas y personalidad, aspectos en el fútbol que, como todos, se trabajan y se mejoran.