Un Real Valladolid pobre y sin argumentos ante un Real Madrid sin fuerza ni credibilidad. La realidad no dejaba el mejor contexto posible en ninguno de los dos equipos y el duelo en el Estadio José Zorrilla se cerraba con una victoria para los de Zinedine Zidane. Sin fuerza por parte pucelana para mantener un ilusionante inicio de partido, el encuentro terminó con una exigencia que los de Sergio González no supieron controlar ni ofrecer. Ante expectativas, los pucelanos mostraron un cierto camino. Cuando tuvieron que dar un salto en su exigencia, claudicaron.
Dividiendo el encuentro en dos fases, la de los primeros 60 minutos y la de los últimos 30, el duelo no deja un Real Valladolid creíble ni, sinceramente, con la ambición de dar la vuelta a la situación que vive. La derrota deja más resignación que enfado en los jugadores de Sergio González y en el propio entrenador y éste es un signo y símbolo más de que el equipo no tiene las herramientas ni el coraje para dar la vuelta a la situación. No tiene esas dotes porque sin ser inferior al Real Madrid con balón, en el juego a balón parado sí fue peor y el cómo respondió tras los errores es capital para entender los problemas.
Recuerdo hace unas semanas cuando los blancos se impusieron (1-2) a la Sociedad Deportiva Huesca en el Estadio de El Alcoraz. Nuevamente, fueron dos acciones de estrategia las que les dieron la victoria. Tras el partido, la indignación oscense era alta. El equipo tenía una exigencia puesta en ese duelo. En esta ocasión, el Real Valladolid tuvo sólo expectativa. Creyó que podía ir a ganar pero no fue a por la victoria ni respondió a lo que se encontró como debía. La mala respuesta al gol blanco mató a un equipo que sigue dejando la sensación de tener poco trabajo hecho.
Resultados y procesos
El Real Valladolid no ha crecido y no ha evolucionado. No tiene cualidades ni fundamentos para planes alternativos en el juego. Así, se tiene expectativa por ganar pero, en ningún momento, se consigue cumplir con la exigencia. Sin una necesidad imperiosa por conseguir, el equipo estuvo cerca de marcar. Con la necesidad de empatar y tener que anotar para sumar, el Real Valladolid se rompió y los blancos, con poco, fueron dominadores.
Sin credenciales de juego, llegan las carencias habituales de discurso. El Real Valladolid no puede vivir asimilando las derrotas y, ni mucho menos, darles un enfoque de normalidad. Da igual el rival que tenga el equipo enfrente. El Pucela tiene unas exigencias que debe atacar y sobre las que debe responder. Si quiere la salvación, la exigencia debe normalizarse mucho más que las derrotas.
Un equipo que debe hacer en 14 partidos lo que no ha conseguido en 24 no tiene otra opción que pedirse el máximo y, así, ofrecer todo lo que debe para conseguir victorias tan consistentes como los argumentos futbolísticos a los que llevan el atrevimiento y el descaro. El Real Valladolid está necesitado de victorias y se debe alejar de cualquier término que genere insuficiencia en sus resultados y procesos y de hacerlo, sentirse enfadado pero nunca resignado. Esa es la primera sensación de un equipo que se sabe perdedor.