Llevo mucho tiempo pensando que el problema del Real Valladolid es de discurso. La entidad, en el aspecto futbolístico, se define por las palabras de Sergio González y estas son las de un entrenador que se encuentra cómodo sin exigencias ni grandes expectativas. El catalán vive mejor dentro de un perfil bajo. Exigiendo cumplir con lo mínimo, el entrenador blanquivioleta está cómodo. Hay decenas de ejemplos, globales y concretos, que lo confirman y que llevan a ver al equipo vallisoletano como ese mal estudiante que se conforma con el ‘5’ y que de tanto asegurar que no puede conseguir más, se lo termina creyendo.
El Real Valladolid, en aspectos de juego, está seguro de que no puede dar más de lo que tiene. Se lo ha creído y, desde ahí, comienzan los problemas ante las exigencias que se va a encontrar el equipo en las próximas 15 jornadas. La lectura de Sergio no va a cambiar y aunque asegure que el equipo debe ganar más del 35% de los partidos que quedan en juego, su mentalidad y su propuesta van a ser las mismas. El equipo necesita un cambio de mentalidad y dejar atrás la mediocridad del discurso. Si Sergio va a terminar la temporada «seguro», tal y como asegura el Club, el vestuario debe cambiar la forma en la que afronta los partidos. Tanto en mentalidad como en juego. Es una exigencia y parece difícil que se vaya a producir.
El equipo, actualmente, es como ese estudiante que asegura a sus padres que no puede conseguir más de un aprobado simple. Dando siempre por bueno ese ‘5’, el trabajo se enfoca para ese objetivo. Cuando un estudiante se prepara sólo para el ‘5’, termina suspendiendo y lo hace de la misma forma que ese equipo que busca empatar. Cuando te centras sólo en no perder, pierdes. Los detalles te eliminan de cualquier posibilidad de éxito y crecimiento.
Es imposible crecer cuando buscas un ‘5’, sacas un ‘4,5’ y la lectura se enfoca en lo poco que ha faltado para conseguir el objetivo, sin mirar lo mucho que se ha podido crecer y evolucionar buscando, por ejemplo, un ‘8’. El Real Valladolid está, ahora, en ese punto. El equipo no se centra en lo lejos que ha estado de conseguir victorias o atacar su objetivos sino, más bien, en el tiempo que resta y en lo cerca que ha estado en otros momentos. «De Levante volvimos todos contentos», aseguró Sergio. «No hace mucho que ganamos al Getafe CF», aseveró el catalán. Ambas son afirmaciones insuficientes.
A remolque
Ese discurso es, en gran parte, el que ha llevado al Real Valladolid a la situación en la que está y, también, el que limita su capacidad de reacción. Es imposible cambiar la dinámica cuando los protagonistas son los mismos. Variar, otra vez, los objetivos del equipo y cómo los va a buscar es imposible. Ocurre, de igual forma, con un mal estudiante. Cuando va acumulando suspensos por la filosofía con la que afronta los exámenes, la petición de un cambio de personalidad y de ambición resulta compleja porque ese joven ha dejado atrás herramientas y oportunidades para conseguir todo lo que, de pronto, necesita.
Sergio González ha convencido de que el Real Valladolid no podía más y que no tenía herramientas para superar lo ya firmado. Así que, ahora, cuando necesita ese «más» que le lleve a conseguir las victorias que no ha podido firmar en 23 jornadas, el equipo no tiene la confianza, la fuerza, la credibilidad ni, posiblemente, el trabajo. Ante nuevos frentes, su fracaso es casi seguro cuando debe dar un plus y exigirse más. No lo conseguirá porque los contextos no le favorecerán. En la gran mayoría de los casos, ese estudiante termina repitiendo curso y los equipos de fútbol que asumen esa teoría, descendiendo.