Desde hace varias semanas creo que Sergio González está perdido. La última muestra de que el entrenador no es lo que necesita el Real Valladolid se vio en Vitoria. Primero, en el terreno de juego y, después, en la sala de prensa. La imagen blanquivioleta fue terrible en el juego y en las declaraciones. El segundo aspecto en el que el catalán se vio superado en el Estadio de Mendizorroza se ha ratificado, a su vez, en la previa al duelo ante la Sociedad Deportiva Éibar. Antes de visitar el Estadio de Ipurúa, Sergio González confirmaba que ha perdido el control de la situación.
No es cuestión sólo del tono en el que afrontó muchas de las preguntas y que, en un momento determinado, avisara de que no iba a contestar más preguntas sobre una situación que él mismo había generado. El fondo, nuevamente, es lo preocupante. Dejando, por un momento, el contexto del vestuario tan determinante que Sergio señaló en Vitoria, la rueda de prensa no tiene y no ofrece nada. Sergio no dijo nada en el contexto futbolístico. Centrado en «no dar pistas», el preparador catalán habló más de lo que quiso hacer el equipo en el duelo en Mendizorroza que en lo que va a proponer en Éibar.
Sin respuestas ni ideas para el futuro a corto plazo, Sergio narró cuáles eran las claves para ganar al Deportivo Alavés, algo que estuvo mucho más lejos de producirse de lo que, incluso, definió el marcador. El entrenador blanquivioleta intentó llevar la rueda de prensa a su terreno pero, esta vez, fue imposible. La dinámica del equipo, la situación del juego y el poco fundamento de sus argumentos le dejaron sin fuerza y le obligaron a contradicciones. Queriendo analizar el fútbol y contar las sensaciones que dejan los protagonistas del Real Valladolid hasta en declaraciones basadas en el juego, la previa de Sergio para Éibar hace que esto sea una tarea imposible.
Lo es porque el entrenador no hizo por ayudar ni por dar respuestas y, también, lo es porque su discurso, sus excusas y sus argumentos lo prohíben. La idea de que él firmó la rueda de prensa en Vitoria para restar «presión» a los jugadores es sonrojante y no lo es por el hecho de que se contradiga al asegurar que el equipo «está responsabilizado» al ver la situación del cuerpo técnico o corregir esas declaraciones en su primera intervención asegurando que se «equivocó». Lo es porque Sergio no ha sido honesto. Posiblemente no lo haya sido con el vestuario pero no me atrevo al 100% a asegurarlo.
Una pobre e innecesaria imagen
Quizás no lo ha sido con sus jugadores pero, claramente, no lo ha sido con el Club ni con el entorno. Las declaraciones y las comparecencias de un entrenador son y deben ser la imagen del Club y el Real Valladolid está debilitado por la forma en la que Sergio González ha tratado la realidad del equipo en las últimas semanas. Una entidad como la blanquivioleta merece un entrenador que sepa qué es lo que quiere decir y, sobre todo, qué es lo que necesita el equipo y lo que merece la afición.
Sin querer utilizar la populista arma de la afición, la realidad del Real Valladolid es que aquellos que sienten al Real Valladolid más allá de un cargo de la profesionalidad merecían una mejor imagen de su club que aquélla que ha dado Sergio en las dos últimas comparecencias oficiales. Si la de Vitoria fue impropia, la previa a Éibar fue innecesaria pero, también, la confirmación de que el catalán está perdido porque hace semanas que no controla la situación. Ni del juego, ni del vestuario ni de lo que quiere y puede decir. Todo ello hace que el equipo viaje al Estadio de Ipurúa y nadie sepa nada de cómo está el equipo más allá de los lesionados y la duda del defensa central. Preocupantes pero, también, elocuente.