El Real Valladolid caía con merecimiento (1-0) este viernes ante el Deportivo Alavés en un encuentro en el que los pucelanos fueron inferiores a los vitorianos, un rival directo, en todo. Los blanquivioleta no estuvieron a la altura del duelo ni, como diría Sergio, en la «frecuencia» del rival ni de un partido relevante. El Pucela no supo rendir en el duelo pero, además, no supo responder a las exigencias que se fue encontrando. El encuentro en el Estadio de Mendizorroza fue muy pobre y lo fue, también, futbolísticamente hablando.
Pese a que la comparecencia de Sergio González estuvo muy centrada en el contexto ambiental y psicológico del equipo, la realidad, también, mira a un equipo que a nivel de juego estuvo muy lejos de poder ofrecer respuestas y soluciones. Para mí, hay un detalle capital a la hora de entender por qué el equipo fue inferior al rival y fue en los segundos que van tras el robo de balón. El Deportivo Alavés tampoco estuvo muy fino en el encuentro y, sobre todo, en los primeros 45 minutos.
En la primera parte se vio a un rival dubitativo. Tanto él como su entrenador estaban con mucha ansiedad. Muy nerviosos. Se notaba en la asimilación del error y de las decisiones del árbitro pero, también, en saber encontrar los huecos en el ataque rival. El Alavés no sabía meter mano a la débil defensa blanquivioleta pero tampoco le generaba mucho problemas porque tras la pérdida, el Pucela no generaba nada. No cosquillas.
Sin acierto, intención
La falta de ideas del Real Valladolid era tal que tras el robo de balón, la posesión apenas duraba unos segundos. Sin desmarques ni movimientos de apoyo, los de Sergio González no tenían salida y el dominio no dejaba de ser del Deportivo Alavés porque el Pucela no conseguía sacudirse la superioridad que los de Abelardo generaban en intención y claridad. Lejos de acierto, los vitorianos tuvieron propuesta, todo lo contrario de un Pucela roto en Mendizorroza en todos los conceptos, incluido, obviamente, el futbolístico.
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