Lo peor de la derrota (1-3) ante la Sociedad Deportiva Huesca en el Estadio José Zorrilla no fue encajar tres goles ante el colista ni caer ante un equipo que sólo había ganado un partido. El principal problema pucelano es saber que el resultado no fue una sorpresa. Perder ante los de ‘Pacheta’ fue un golpe, sí, pero confirmar el mal momento que vive el equipo y todos sus jugadores es un mazazo que exige cambios y medidas drásticas. Tengo muy claro que Sergio González ya no es el entrenador que necesita el Real Valladolid y muchos de los jugadores pucelanos.
Por su discurso, principalmente, el entrenador catalán debe abandonar el Estadio José Zorrilla. Sus palabras están vacías y ya no calan entre un vestuario roto a nivel grupal y sin convencimiento en el aspecto individual. Hay muchos jugadores que no están en su mejor momento pero hay uno que es especialmente sangrante: Joaquín Fernández. El almeriense, señalado de forma clara, rotunda y personal en los dos primeros goles de Rafa Mir, es el ejemplo de que el equipo no está y que éste necesita un cambio.
Joaquín está muy lejos de su mejor nivel. No toma buenas decisiones y está perdido en el juego. Actualmente, no tiene respuestas y está en un innegable declive. Lleva semanas muy bajo de rendimiento pero cada jornada consigue empeorar sus registros y actuaciones. Él es el ejemplo pero no es, ni mucho menos, el único. Fabián Orellana o Nacho Martínez son otros ejemplos de una situación individual que muestra que Joaquín, sin ir más lejos, no está para sumar. El ’24’ no parece que, sin cambios, pueda sumar a este equipo. Lo hace de la misma forma que el Real Valladolid está alejado de ganar. Pensar en una victoria blanquivioleta es tan utópico como creer en una buena versión del central.
Ejemplo pero no culpable
La sensación es muy mala y lo es porque el Club parece estar sentenciado la temporada como la campaña puede sentenciar el potencial y la proyección de un Joaquín Fernández que está en horas bajas y que vive un mal momento por las carencias de un Real Valladolid tocado y casi hundido. El almeriense, aquél jugador por el que todos apostamos desde su llegada, es el ejemplo del mal momento pero no el culpable.
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