Tras la vergonzosa derrota (1-3) del Real Valladolid ante la Sociedad Deportiva Huesca, Sergio González asumió toda su responsabilidad. No era para menos porque el equipo había firmado 90 minutos de un pobre nivel. Si el empate (2-2) ante el Levante UD tuvo un complicado análisis porque se vieron varios encuentros dentro del mismo partido, la visita oscense al Estadio José Zorrilla tiene una lectura simple: el colista de la categoría humilló, maltrató y superó al equipo de Sergio González.
Sabiendo que lo vivido en el terreno de juego es innegable, la pregunta principal es por qué y esa razón señala directamente a Sergio González. El catalán es el responsable de la lamentable imagen de los blanquivioleta y lo es por el hecho de que su discurso no cala. Si ésta es la imagen que el equipo sabe tener en un encuentro que se afronta con la misma «responsabilidad» que una final, su tiempo en Zorrilla ha terminado y lo debe hacer más pronto que tarde. Da igual qué pueda ocurrir en otro momento y qué tipo de historia haya firmado el Club, Sergio González ya no es lo que necesita este equipo y este Club. ¡No hay más! Lo que ocurra sin él será otra historia porque la suya ha terminado.
La situación ha superado al entrenador catalán. Ésta es una sensación propia desde hace semanas pero que tras el duelo ante la Sociedad Deportiva Huesca se ha confirmado. «No he sabido inculcar la importancia del partido», aseguraba Sergio tras el duelo en una declaración que asegura cuál es el final y cuál es la única solución posible a este momento. Él es el responsable de este partido, de la dinámica del equipo pero, sobre todo, de la mediocridad que se ha instalado en el Estadio José Zorrilla y que se ha multiplicado tras verse superado y humillado por el colista, un rival que sólo había ganado un partido de 20.
Un discurso vacio
Hace unas pocas semanas, con la muerte de Vicente Cantatore, diferentes jugadores que pasaron por Zorrilla durante su estancia en el Real Valladolid hablaban de cuál era su estilo. Pocos le destacaban en aspectos tácticos, de lectura de partidos o de preparación de los encuentros. Eso sí, en motivación y convencimiento, todos definían al exentrenador pucelano como ese entrenador que cambiaba vestuarios y que hacía creer que todos eran mejores de lo que en ese momento se sentían. Sergio, en su momento, lo consiguió. Llegó al Estadio José Zorrilla, se adaptó y cambió a muchos jugadores. Su discurso caló como hacía el de Vicente Cantatore. Ahora, no. Ni mucho menos. Su discurso no tiene fundamento y llega a ser un lastre.
Atrapado en tópicos, el mensaje de Sergio González está vacío y el cómo llega a los jugadores es la gran demostración. Si el equipo iba a dar «lo imposible» por pasar la eliminatoria copera y el resultado fue esa dura y merecida derrota (2-4), la «responsabilidad» pucelana era total para la visita oscense. Los términos eran de elevada envergadura pero la demostración, pobre, patética e injustificada. Cómo ha maltratado el Real Valladolid su imagen es una penalización que no salva a nadie, ni a Sergio González, un entrenador sin discurso que ha confirmado ante la Sociedad Deportiva Huesca que ya no es lo que necesita el Real Valladolid.