La previa de la visita del Fútbol Club Barcelona al Estadio José Zorrilla dejaba en el ambiente la sensación de que el Real Valladolid podía hacer frente al equipo de Ronald Koeman. Ya no sólo por los números y las sensaciones de los barcelonistas sino, por supuesto, por la evolución y el momento pucelano. Los de Sergio González estaban bien. Tres victorias en los últimos seis partidos y 11 de los últimos 18 puntos eran un bagaje que mostraba el buen momento local. Con todo, se podía pedir la mejor versión blanquivioleta.
La esperanza en la previa fue una pero la realidad en el duelo, otra bien distinta. Tras 90 minutos, la sensación que dejaba el Real Valladolid no era la esperada pero sí una conocida. Los de Sergio González, en su mejor momento de la temporada, volvieron a su peor imagen. Sin una propuesta inicial acorde a las exigencias del duelo, la ejecución pucelana del encuentro fue muy mala. Salvo por un pequeño intento de cambio de tendencia tras el descanso, la penúltima jornada del año 2020 hizo recordar la peor versión del Real Valladolid este año.
Un equipo roto, sin una buena estructuración, sin respuesta para la presión y sin ideas con balón. Todo en lo que se había mejorado en las últimas semanas se rompió en este duelo. Sin ideas en cualquier fase del juego, el Real Valladolid pedía una intervención clara del cuerpo técnico a los 30 minutos. Tras el gol de Clément Lenglet, el Pucela pedía un cambio. Nueve minutos después, con el tanto de Martín Braithwaite, el Pucela ya no pedía nada porque ya estaba totalmente roto. El partido ya se había perdido.
Mal diseño y mala ejecución
Con el gol del delantero danés, el duelo estaba sentenciado. Ya era tarde para una intervención y para una solución. Pese a que Sergio lo intentó con la entrada de Toni Villa en el descanso y la incursión de ese jugador entre líneas e, incluso, con el triple cambio pocos minutos después, el Real Valladolid ya se había despedido del duelo y había retomado el camino de semanas anteriores y de etapas de juego que parecían haberse superado ya. Ese Pucela mal diseñado, mal ejecutado y con carencias en todas las acciones determinantes del juego regresaba en un momento complicado y en ese encuentro que podía llevar a los pucelanos a dar un paso al frente.
El duelo ante el Fútbol Club Barcelona era un día que podía cambiar la tendencia de este proyecto en LaLiga Santander. Un equipo que no ha sido capaz de ganar a los tres últimos equipos que se han alzado como campeones de LaLiga llegaba a este duelo con todos los ingredientes para poder responder con solvencia a los exigencias competitivas. La previa era positiva pero la realidad, en propuesta y ejecución, triste. Fue así porque el Real Valladolid dejó escapar una oportunidad. Lo hizo y no por circunstancias del juego sino por una intención manifiesta de despreciar el duelo. Esa intención, obviamente, no fue la de perder pero sí de no darle las herramientas que el parido necesitaba y que hubieran acercado al Pucela a la victoria.