Terminaba el partido, el Real Valladolid perdía merecidamente en el Wanda Metropolitano y Sergio González comparecía en la sala de prensa del estadio colchonero «rabioso» y confirmando que lo visto ante el Atlético de Madrid no era nuevo y que era la misma situación de las dos temporadas anteriores. Para mí, lejos de ser un punto positivo y una opción para contentarse, es una decepción y un nuevo golpe a la gestión y a la lectura. En la tercera temporada en LaLiga Santander, con mayor experiencia en estas circunstancias y estos duelos, conformarse con hacer unos buenos primeros 45 minutos es insuficiente. En parte ya lo era en 2018 y lo es, mucho más, ahora.
Hay muchas formas de mirar y analizar el partido y cada una será tan personal como elocuente en el fin que se busque. Para mí no es momento de poner excusas. No las buscaba en la previa y no las voy a pedir tras el encuentro. La clave blanquivioleta para la visita al Wanda Metropolitano y para duelos tan exigentes como el del FC Barcelona o el del Sevilla FC estaba y está en su propia exigencia, aquélla que no se puede escuchar poniendo como excusa a la derrota el movimiento de banquillo del rival.
Obviamente, João Félix, Koke Resurrección y Marcos Llorente son movimientos de renombre pero poco tienen que ver con las dos caras del Real Valladolid y sí con el conformismo que envuelve al equipo actualmente. El Real Valladolid no debe dar las gracias por jugar en Primera división de la misma forma que no se puede contentar sólo por hacer frente al «plan B» del Atlético de Madrid. Ya no es que el Real Valladolid se pueda exigir más, es que se debe pedir más que un rendimiento acorde durante 45 minutos.
A la tercera… sin excusas
Se debe crecer en la exigencia porque es el camino para evolucionar en el rendimiento, ese que vuelve a dejar «rabioso» al equipo en un duelo como éste. Siendo una sensación que es de todo menos novedosa, el enfoque podría estar marcado por la poca evolución y mejora del equipo en los tres últimos años. Si para Sergio la sensación es la de haberse quedado con la miel en los labios los tres años que ha visita al Atlético de Madrid, la resignación es total. Entendiendo , porque lo habían vivido, que éste podía ser el camino y el resultado final, el Real Valladolid debía haber estado preparado para otros frentes que, obviamente, no tuvo cuando fue tan débil como fue tras el primer gol colchonero.
No es una cuestión de mirar al banquillo por los cambios, sino por las ideas, la mentalidad y la personalidad. Señalando sobre todo a esa seguridad de la que Sergio hacía gala en la previa, la sensación es preocupante y lo es por sensaciones propias pero, también, por los argumentos utilizados. El primer año, el Real Valladolid perdía estos partidos por detalles de la experiencia. El año pasado, con mayor bagaje en la élite, el detalle estaba en el aspecto económico y en lo condicionado que dejaba el banquillo. En el tercero, copiando el partido de otros años, las excusas se han acabado y es posible que el tiempo, sin cambios de mentalidad, también.