El Real Valladolid afrontaba, según su entrenador, la visita al Wanda Metropolitano con «personalidad» y sin «miedo». El equipo blanquivioleta sabía, por experiencias pasadas, que al Atlético de Madrid no se le gana por casualidad y que cualquier «detalle» es determinante. Hay que hacer muchos aspectos del juego bien para imponerse a un equipo como el colchonero. Los de Diego Pablo Simeone tienen herramientas y recursos que explotan hasta la última gota. Estar vivos hasta el final del partido era el objetivo de un Real Valladolid que debía ser descarado y tener varias respuestas en la cabeza de su cuerpo técnico.
La presencia de Jota Filipe en el once titular sumaba la posibilidad de saber qué hacer con el balón y dar un plus diferencial a la transición. El ’40’ podía sumar verticalidad a una propuesta con mucha presencia interior pero a la que, como viene siendo habitual, le faltó consistencia tras el primer golpe del rival. El buen hacer del equipo en los primeros 45 minutos, dejando a un lado el fuerte inicio de los madrileños, queda olvidado del resumen, y no por el mal final del partido sino por la decadencia vallisoletana tras el primer gol de los locales.
La buena dinámica con la que el Real Valladolid terminó el primer acto y la gran ocasión con la que Marcos André se topó al inicio de los segundos 45 minutos fueron enterradas al ver la respuesta del equipo tras el gol de Thomas Lemar. Desde el minuto 56, el Pucela no estuvo en el Wanda Metropolitano y recordó aquella dura frase de Sergio González en la previa al duelo ante el Deportivo Alavés en el que aseguró que «no sabía» cómo iba a responder el equipo si sufría algún imprevisto sobre el plan establecido.
Pese a que en el descanso, muy posiblemente, el equipo se miró y se dijo «lo que se tenía que decir a la cara» con el cuerpo técnico, las ideas futbolísticas sobre el terreno de juego se redujeron a la nada tras el primer contratiempo. En la mayor muestra de personalidad que se le puede pedir a un equipo, el Pucela murió. Según Sergio , el equipo supo hacer frente al «plan B» del Atlético pero no tuvo «personalidad» para ofrecer nada en su plan alternativo, que no tiene por qué ser analizado desde los protagonistas del rival y sí desde las exigencias del propio Pucela.
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