Llevo mucho tiempo pensando que las ruedas de prensa son parte del juego. Son una porción determinante en y para el fútbol. Sin conocer, obviamente, el discurso interno de los entrenadores con sus jugadores, sí que creo que el que estos ofrecen al exterior es muy importante para medir exigencias y cuadrar objetivos y obligaciones. Pese a que deban medir mucho las palabras y ofrecer lo que ellos quieren que llegue al exterior, la importancia de leer entre líneas y entre frases es determinante. Con el punto subjetivo que toda declaración ofrece, creo, honestamente, que el Real Valladolid está perdido desde las declaraciones de su entrenador.
Recuerdo hace unos meses que hablando con mi padre le dije que veía a Gabriel Heinze como un buen entrenador. «¿Por qué lo dices?», me preguntó. «Sus ruedas de prensa son brillantes», le conteste a algo con lo que él me dijo: «Me parece insuficiente, Ángel». Explicado así es insuficiente, sí, pero es una muestra de lo que yo creo que es en gran parte un entrenador y lo que Sergio no es ahora mismo al 100% para el Real Valladolid. Dejando a un lado al exjugador blanquivioleta, que nada tiene que ver con la realidad actual del Pucela, mi análisis va más sobre la parte de ‘vendedor’ que tiene un entrenador en el fútbol.
No creo que en el fútbol haya entrenadores ‘malos’, la verdad. Hay puntos diferenciales entre los que son buenos y los que son únicos, pero ningún entrenador que ha llegado al fútbol profesional es ‘malo’. Dejando esta lógica reflexión en el mismo lado que el nombre de Heinze, creo que el discurso de Sergio ha caído y con él su liderazgo y gestión. El catalán ya no convence igual de su idea y propuesta. Ha perdido fuerza pero no ha dejado de ser lo ‘bueno’ que era. Considerando que el catalán llegó al Real Valladolid para sumar todo aquello que necesitaba el equipo en aquel momento, la inercia adquirida con aquella gestión le dio una fuerza que, actualmente, se está reduciendo mucho.
Altas exigencias
Creo que a Sergio le faltan respuestas. En el campo y fuera de él. El entrenador del Real Valladolid debe ser más equilibrado y tener más controlado el equipo y todos sus flecos. Que tras la victoria (2-1) ante el Athletic Club no supiera o no quisiera dar respuesta a un aspecto determinante o, como poco, llamativo de su equipo pero que, pasados unos pocos días, contestara a la misma pregunta en una entrevista, no le deja en buen lugar. Al menos, para mí. En el directo se negó a dar una respuesta para la duda de por qué los nuevos fichajes tienen tan poco peso en el equipo.
De la misma forma le hubiera costado en el directo dar respuesta a la situación generada por las declaraciones de Roberto Jiménez. Las palabras del portero pucelano fueron llamativas y supusieron un reto de gestión para el entrenador, el cual deberá responder antes del duelo ante el Granada CF. Ésta es una situación novedosa en un vestuario que siempre ha sido una balsa de aceite desde su llegada. Nadie había hablado de una situación personal por encima de la del grupo aunque, también es cierto, que Sergio nunca tuvo un portero suplente de las condiciones de Roberto Jiménez.
El Real Valladolid ha cambiado, ha evolucionado o ha mejorado, llámese como quiera. El equipo es más exigente en la gestión esta temporada y, ahí, Sergio parece haber perdido respuestas. Los muchos retos de verano a los que se enfrentaba el entrenador pucelano se han vuelto exigentes con el paso de las semanas y la llegada de los primeros problemas. La decisiones, los cambios de guión y la indefinición futbolística están llevando al Real Valladolid y a su entrenador a una exigente prueba que, más allá de los resultados, no han superado en las primeras nueve jornadas. Hasta en esto, el partido ante el Athletic Club y el posible punto de inflexión creado en él marcará el futuro blanquivioleta y, posiblemente, el del propio entrenador.