Cuando un equipo comienza a jugar «finales» en el mes de octubre y cuando sólo se han disputado cinco jornadas, el futuro es negro en caso de perder esos ansiados partidos. Perderlos significa no conseguir los tres puntos, algo que le ha ocurrido al Real Valladolid desde que viajó al Estadio de El Alcoraz. Dejando a un lado la evolución que el equipo estaba teniendo en el juego hasta la derrota (1-2) ante la Sociedad Deportiva Éibar, el Pucela está roto desde entonces. Está sin líder y vive marcado por los bandazos. Con todo, el equipo necesita ganar pero, sobre todo, encontrar un punto de inflexión sobre el que construir.
El proyecto del Real Valladolid, aquél que indudablemente creo que existe, debe encontrar brotes verdes y puntos de inflexión que vayan mucho más allá de su entrenador. El análisis del partido ante el Athletic Club debe dejar dos análisis: por un lado el del equipo y, por otro, el del entrenador. Sergio se la juega a un resultado. Una derrota y, muy posiblemente, todo lo que no sea ganar, es su final. El equipo, por el contrario, debe tener un análisis mayor. Con o sin Sergio el equipo seguirá y pese a las dificultades de puntos con los que se encontrará, la situación es y será reconducible, siempre y cuando se ve un punto de inflexión del equipo en este partido.
Dada la situación actual del equipo, muchas miradas van a la temporada 2009/2010, aquélla fatídica campaña en la que el Pucela acabó descendiendo. Para mí, las comparaciones son mera coincidencia. Por cuestiones deportivas y sociales, los ejemplos no concuerdan pero, en la exigencia actual del Pucela, ambas campañas dejan un punto de unión similar. Tras siete jornadas, el Real Valladolid de José Luis Mendilibar recibía al Deportivo de la Coruña. Los pucelanos estaban fuera de descenso con sólo cinco puntos. El partido era una supuesta «final» que el Pucela debía ganar sí o sí. Todo radicaba en una victoria, o no, como el tiempo demostró.
El partido salió redondo para los pucelanos. Aquel 25 de octubre de 2009 los blanquivioleta se impusieron con claridad (4-0). La lectura de que una victoria lo curaría todo fue errónea porque, después, el Real Valladolid ganó un partido de 18 posibles. El equipo no estaba hecho y pese a que como cualquier equipo debía ganar, el sustento que se pedía no era el necesario. El Pucela debía tener un punto de inflexión en juego y confianza, algo que no consiguió aquel día pese a una victoria que llegó más por demérito rival que por mérito propio. Ahora, más de 11 años después, la situación es similar y va por encima de un resultado.
Más de una victoria
Con Sergio o sin él la semana que viene, la segunda visita de la temporada del Athletic Club al Estadio José Zorrilla muestra la necesidad de que el Pucela cree una tendencia y un punto de inflexión para el futuro a corto y medio plazo. El Real Valladolid debe encontrar equilibrios, sustentos, muestras y posibilidades que lleven a pensar que el equipo está capacitado para hacer frente a sus necesidades y que desde ellas puede conseguir más victorias que una en la novena jornada que paliará el dolor pero que, jamás, lo eliminará con tres insuficientes puntos.
Pese a la situación, la clasificación y la dinámica grupal y, además, la debilidad que ofrece Sergio González, el Real Valladolid aún puede decir mucho esta temporada. Tiene opciones de cambiar la situación pero antes de ello debe conseguir un punto de inflexión en el juego, el mismo que le llevará todas las victorias que necesita y no los tres puntos que disimularían todo pero que prolongaría la principal agonía que tiene el equipo ahora.