La digestión de la derrota (2-0) del Real Valladolid ante el Villarreal CF es casi peor que la realidad del momento. Ver al equipo roto en el juego y a un entrenador perdido es duro en el directo. En frío, la sensación es mucho peor. Analizar la rueda de prensa de Sergio, no encontrar soluciones a sus declaraciones y vislumbrar fríamente la caída libre futbolística del equipo duele más con tiempo y perspectiva. Resulta incomprensible que la decisión del cambio de entrenador no llegue al Club con inmediatez. Los resultados obligan a ello, el cómo se están consiguiendo estos, más.
Entre tanto análisis a la dura situación pucelana destaca para mí la experiencia y el sosiego de Marco Antonio Méndez. Desde su cuenta de Twitter (@marcoonio13), aseguraba que en el Real Valladolid «ya no funciona ni el estilo ramplón de cautela defensiva. Falta de liderazgo en el césped y en la zona anexa. En lo alto, veremos…». Es, simplemente, un análisis brillante de la situación blanquivioleta. El equipo está roto futbolísticamente, el entrenador perdido y el futuro, negro. El Pucela no deja un solo resquicio de esperanza en su situación. Nada puede llevar a pensar en un cambio de dinámica ni en conseguir frenar la caída libre de equipo y entrenador.
Sinceramente, la solución pucelana y la esperanza blanquivioleta tampoco están en lo visto en los segundos 45 minutos. Pese a que Sergio González quisiese ver en la segunda parte el futuro del equipo y el camino para la victoria ante el Athletic Club, el Pucela, actualmente, no tiene nada que llevarse a la boca. El entrenador está perdido y el equipo sigue su camino. Siempre he pensado que los entrenadores son los líderes de los equipos pero hace ya unos días que dejé de ver a Sergio como el responsable soñado para esta situación. Sin líder, el equipo deambula por los campos.
Trabas a la evolución
Con 45 minutos iniciales de un nivel muy pobre y con fallos grandes en contexto individual y grupal, el Pucela parece no tocar fondo. Pensaba que lo visto en la derrota (0-2) ante el Deportivo Alavés era el punto final del equipo, pero no. La caída libre del equipo no tiene freno y no lo tendrá sin medidas de impacto y fuerza. Sergio González no tiene respuestas para la situación pucelana. En la previa, con el once titular mostrado, quedaba claro. Él quería volver a su núcleo fuerte y a la ‘zona de confort’ en el juego que le llevase a recuperar la calculadora con la que ha gestionado sus dos objetivos en LaLiga Santander.
Sin calculadora ni éxito grupal con las novedades de Jordi Masip o Míchel Herrero, Sergio está imposibilitado para cambiar esa dinámica porque sólo se ha sabido defender en un contexto del fútbol. Como en el juego, en campo abierto y ante posibilidad de error, el entrenador se ha perdido. Lo ha hecho de tal manera que el análisis de que el Real Valladolid jugaba a lo que jugaba porque no tenía plantilla para más no es cierto. El Pucela jugaba a lo que jugaba porque no tenía entrenador para más. El tiempo ha demostrado que ante nuevos retos, Sergio no sabe responder y con ello, se ha perdido su Pucela, aquél que sigue sin poner freno a su caída libre.