Sergio González utiliza mucho el término «resetear». Cada derrota conlleva un «luto de 48 horas» y un reseteo fútbolístico automático. Entendiendo como ‘reseteo’ el movimiento de borrar y volver a empezar, una afirmación moderna del ‘borrón y cuenta nueva’, ese cambio ha llegado en el entrenador y en su discurso en la previa al importante encuentro del Real Valladolid ante el Villarreal CF. Antes de la octava jornada, Sergio ha roto con lo supuestamente establecido de forma definitiva. Ha dejado de creer en la plantilla, en su potencial y en los fichajes y ya sólo confía en lo que en otro momento, con otros contextos y otra comodidad le dio resultado. Sergio ya sólo confía en él.
«Buscando estar juntitos», la realidad del discurso de Sergio González es la del Real Valladolid de la temporada pasada y la anterior. «Desangrándose» en cuestiones defensivas, según él mismo ha asegurado, el Pucela quiere recuperar las credenciales de temporadas pasadas. Los blanquivioleta van a volver a partidos lentos y de pocas ocasiones. Sergio renuncia a los espacios y a un bloque alto en la presión, sin haberlo expuesto en demasía. Debilitando la propuesta en la que varios de los fichajes llegados este verano pueden crecer y encontrar su mejor nivel, Sergio quiere jugarse el puesto en los parámetros en los que él se mueve bien.
En encuentros en lo que ocurra poco, Sergio está cómodo. Se siente más protegido y más seguro. Teniendo que responder a muchas exigencias, cambios y nuevas estrategias, no. Se ve y se muestra debilitado. La cuestión prioritaria, ahora, para este cambio son los contextos. ¿Es ésta la receta que debe tener el Real Valladolid en estos momentos? ¿Se puede permitir el Pucela el hecho de no ir a por la primera victoria de la temporada desde el pitido inicial? ¿Ayudará un partido del estilo de la temporada pasada a que este Pucela esté cerca de ganar el encuentro? No, no y no. Por ese orden.
Analizando por partes y exigencias: los blanquivioleta tienen que demostrar ambición y no necesidad de pocos errores; los de Sergio deben adecuarse a las mejores condiciones de su plantilla; y el conjunto vallisoletano debe entender dónde está moral y clasificatoriamente. Sin margen de puntos con el descenso y sin calculadora, el Real Valladolid necesita victorias y gestos que confirmen el potencial de sus jugadores. El Pucela demanda estabilidad y confianza, aquélla que no ha dado Sergio González desde la derrota (1-2) ante la Sociedad Deportiva Éibar. Desde entonces, bandazo tras bandazo, el Pucela se ha ido desangrando. No sólo en cuestión defensiva sino, también, en argumentos y credibilidad. Comenzando por su entrenador.
Entre tanto cambio, una exigencia
Con un discurso en las primeras cinco jornadas en lo que lo importante era ser optimista, quedarse con la evolución del equipo y entender los pasos que estaba dando el Real Valladolid, todo cambió de camino a Huesca. En esa semana llegó el «ganar por ganar» pero, ahora, regresan las «mejores versiones» y la necesidad de «estar juntos» en el terreno de juego. Con todo, la receta para ganar en el Estadio de La Cerámica pasa por ser «nosotros mismos». Creyendo que siempre ha sido un topicazo, en el actual Real Valladolid es aún mayor.
¿Qué es ser «nosotros mismos» para un equipo que no sabe qué quiere, que no tiene una base titular, que realiza ilógicos cambios de partido en partido y que no tiene un discurso claro y conciso del entrenador? ¿Por dónde se puede tomar esa declaraciones? Seguir los patrones del empate (1-1) ante la Real Sociedad, asumir el resultadismo del empate (2-2) ante la Sociedad Deportiva Huesca y mejorar los posibles gestos de debilidad del equipo ante un golpe en el partido no casan en un mismo planteamiento, pero sí confirman lo perdido que está el equipo y su entrenador.
En la previa a la octava jornada, Sergio aseguraba que el equipo y él son «realistas con la situación» que les está tocando vivir. El Real Valladolid es último, no ha conseguido ganar ni un partido en el inicio de temporada y ha perdido toda la inercia y gran parte de credibilidad de sus buenos momentos. Así afronta un partido que es determinante para el equipo pero, sobre todo, para un entrenador que no sabe qué quiere ni cómo lo debe pedir. Sergio, tristemente, dejó de ser el líder hace días, tal y como ha corroborado con el nuevo volantazo que ha dado para sumar más incongruencia a la situación.