¿De lo individual a lo grupal o de lo grupal a lo individual? Cada situación futbolística tiene unos contextos diferentes pero, actualmente, el Real Valladolid está mal en ambos. Los pucelanos no funcionan como grupo pero, tampoco, hay nadie que destaque sobre el resto y al que se le pueda encomendar un cambio de guión. Perdidos aún por la injustificada variación que Sergio González dio en la rueda de prensa previa a la visita a la Sociedad Deportiva Huesca, el Pucela está hundido.
El Real Valladolid no sabe qué quiere. No consigue encontrar su punto de equilibrio y ahora no tiene nada a lo que agarrarse. Antes de esa fatídica comparecencia de Sergio en la que el entrenador catalán descentró los focos y los puntos del equipo, el análisis tenía una base sobre la que tener una visión positiva. Hasta en la derrota (2-0) ante el Real Betis, los blanquivioleta mostraron algo. En el Estadio de El Alcoraz y ante el Deportivo Alavés, el Pucela no ha tenido nada. Nada de nada. No hay nada que llevase a la boca ni a la esperanza porque el equipo está totalmente roto y hundido.
Siempre he creído que cualquier grupo, ya sea deportivo, laboral o social, es lo que quiere ser su líder. El epicentro de este Real Valladolid había sido en los dos últimos años su entrenador. Con el aura del ascenso conseguido en el año 2018, Sergio era el que marcaba el camino. Gustaba o no pero el equipo creía y nunca se mostró tan roto y debilitado como en este encuentro ante el Alavés. Los jugadores nunca mostraron la sensación de derrotados que sí tuvieron en los 30 últimos minutos de este domingo. Ellos no dejaron detalles de saber, tampoco de confiar y, ni mucho menos, de buscar. Los jugadores estaban con los brazos bajados mucho antes del segundo gol vitoriano.
Un líder perdido
El marcador, aquél al que se quería mirar tanto en la previa ante la Sociedad Deportiva Huesca, señalaba una distancia de sólo un gol pero el equipo no tenía respuestas para afrontarlo, lo que, obviamente, mira a su entrenador. La imagen era mucho peor que el de una derrota por la mínima. Un equipo largo, sin movimientos y en el que nadie pedía el balón ni lo buscaba, no entendía muchas de las claves del partido. El Real Valladolid no tenía respuestas, como tampoco parecía ofrecerlas un Sergio González presente en el área técnica pero impasible a todo lo que iba ocurriendo sobre el terreno de juego. Él, como líder, era el primer derrotado y lo transmitía a unos jugadores más rotos que nunca.