La salida de Javi Moyano del Real Valladolid ya es oficial y es una medida peculiar y muy debatida. El Club y el jugador llegaban a última hora del mercado al acuerdo para rescindir el año de contrato que le quedaba al jugador y, así, cerrar una etapa de cinco temporadas y 156 partidos. Es cierto que es un bagaje amplio pero, también, exagerado. Sin querer hablar mucho del rendimiento del jugador y, tampoco, del exceso de celo que ha tenido en diferentes momentos, sí que me apetece analizar las formas en las que se ha gestionado su salida y el error que hay para mí en las formas y en los tiempos, que no en el hecho.
Ya sea por el intento y riesgo que el futbolista asumió esperando hasta el último momento o por la gestión del Club, la salida de un capitán y de un jugador importante en los dos últimos años en LaLiga Santander no ha sido lógica. ¿Es racional rescindir el contrato de un jugador que ha sido titular en los dos primeros partidos ligueros? Para mí, no. ¿Tiene sentido criticar que la competición empiece sin tener cerrado el mercado y, después, realizar un movimiento como éste? Para mí, no. Ninguno. Creo, como ya he explicado en algún momento, que la gestión de la salida de Javi Moyano ha estado marcada por la ambigüedad. Por parte de unos y de otros. No termino de comprenderlo y estoy seguro que falta una pieza importante para completar este puzzle.
El jugador ya no está en el Real Valladolid y el final lo ha marcado su lesión. Sin la rotura muscular en el Estadio Benito Villamarín, las dudas sobre cómo se hubiera gestionado su marcha e, incluso, dónde hubiera quedado el jugador serían mucho más elevadas. El Club parecía tener claro qué hacer con él o, al menos, eso asegura, pero los hechos no confirman esa seguridad. Creyendo, como el Club, que el lateral había terminado su etapa en el Estadio José Zorrilla, el final debería haber sido otro muy distinto. En tiempo, forma y gestión.
Corto y largo plazo
Para mí, Javi Moyano no debería haber comenzado la temporada 2020/2021 en Valladolid. Sin comprar ya desde un inicio la duración de ese contrato que llegaba hasta 2021, el Pucela debería haber vendido seguridad en su decisión. Hubiera sido la mejor forma de convencer en la idea que se quiere ejecutar. Creyendo en algún momento que el mercado podía no mejorar al ex ’17’, el Pucela se quiso cubrir las espaldas, algo que el jugador aceptó en su deseo de ampliar la mejor etapa de su carrera. Todo ello ha vendido un aroma erróneo porque a corto plazo es negativo para el Club y a largo, para el jugador.
Con todo, se marcha un jugador importante. Para mí, y en aspecto futbolístico, demasiado importante en las dos últimas temporadas. Cumplidor sobre el terreno de juego y muy estable en su rendimiento, el futbolista jienense cierra su etapa blanquivioleta tras un rol que en muchas ocasiones le pudo venir grande. Por ello, y como leía en el perfil de Twitter de @RubenRuDC, no debemos rasgarnos las vestiduras por la marcha de un futbolista que ha vivido, de largo, la mejor etapa de su carrera pero que se marcha con menos partidos que un jugador tan silencioso, profesional y comprometido como Carlos Peña, aquél que tuvo menor despedida, que sumó lo mismo o más y que tuvo una salida natural al ver que su etapa había terminado. Todo lo contrario que Moyano.