El Real Valladolid perdía (1-2) este sábado ante la Sociedad Deportiva Éibar en el Estadio José Zorrilla. El encuentro siempre será recordado por el gol de Kévin Rodrigues en el tiempo de añadido. El tanto del francés fue un golpe muy duro para un Pucela que ofreció credenciales muy bajas en la segunda parte y, sobre todo, tras la expulsión de Pape Diop. Con uno más, los blanquivioleta no supieron responder a la exigencia y, tampoco, tener el control del partido. Sin dominio del duelo en superioridad, el análisis mira a Sergio González y sus cambios.
No es la primera vez en esta temporada que el entrenador catalán queda señalado por su gestión de la segunda parte. En el empate inaugural (1-1) ante la Real Sociedad, el Pucela perdió el control con el gol vasco y ya no recuperó la dinámica que marcaba el duelo. Sergio gestionó mal el partido y los cambios y lo hizo por una cuestión de imagen. Cansado de ser visto como un entrenador «defensivo», etiqueta que siempre le ha acompañado, el catalán ha realizado en los primeros cinco partidos cambios enfocados siempre al ataque, aquéllos que en muchas ocasiones hubiera firmado cualquier aficionado
Mirando en refrescar el frente más ofensivo con sustituciones de los delanteros y los extremos, el Real Valladolid se debilita en las segundas partes. Pierde el control y no lo recupera. No es cuestión sólo de perder sino, también, de la impotencia que genera. El golpe o la «hostia», como definió Sergio González, ante la Sociedad Deportiva Éibar debe ser el ejemplo que necesita este equipo. Ante la Real Sociedad pasó igual y en los minutos finales ante el Celta de Vigo, también, pero los puntos taparon ciertas carencias. Al tercer encuentro ya es innegable confirmar que al equipo le faltan argumentos para responder al rival y al partido.
Rasgos futbolísticos
Así, el problema pucelano no es el estilo. Estar con las líneas adelantadas, con la defensa 15 metros alejada del área o avanzar al equipo para ejercer una presión alta no es el problema ni son las justificaciones que llevaron al equipo de Sergio a la última derrota. La debilidad blanquivioleta llega con el directo del juego, como la temporada pasada e, incluso, la anterior. Al entrenador catalán le cuesta cambiar los partidos con los cambios y ésta es un realidad inamovible que sigue creciendo.
En varias ocasiones después del confinamiento, el entrenador catalán ha asegurado que el equipo se ha «ajustado» o «rearmado» tras el parón para la hidratación. Con ello, Sergio ha querido confirmar que el equipo cree en su discurso y que los matices tácticos que él ha dado en esos momentos puntuales han sido determinantes, lo contrario que las permutas. Sin creer o no en esa reflexión del catalán, la realidad habla de que los cambios de los partidos no ayudan al equipo. En muchas ocasiones se ha visto que Sergio realiza aquellas permutas que la grada pediría y que él necesita para alejarse del término o adjetivo de «defensivo» que le acompaña.
Cambiar al delantero, variar el esquema para retirar a un enganche y dar entrada a otro ‘9’ y hacer un cambio de cromos con los extremos siempre son vistos como movimientos para ‘buscar’ el partido y para no poder achacar nada al entrenador. Supuestamente, a mayor presencia ofensiva, más posibilidades de victoria, todo lo contrario de lo que ha demostrado Sergio González en estas primeras cinco jornadas.
Salvo en la derrota (2-0) ante el Real Betis, condicionada por las lesiones y el triple cambio del descanso, el inicio de esta temporada se ha visto marcado por unas sustituciones que querían reforzar el ataque y limar la imagen de Sergio. Éstas no han buscado devolver al Real Valladolid al control que el partido necesitaba y que el estilo de juego había conseguido con la firma de un míster no sabe recuperar el timón en el exigente directo del fútbol.