El Real Valladolid me gustó mucho en el empate (2-2) ante el Sporting de Braga. Por explotación de posibilidades y cumplimiento de muchas de las demandas que tengo personalmente sobre el equipo y sobre Sergio González, el encuentro con el que se cerró la pretemporada 2020 es emocionante e ilusionante por sus primeros 45 minutos y por Fabián Orellana. El chileno lideró al Pucela en el encuentro en Braga pero, sobre todo, en la necesidad de atacar las carencias que el equipo ha tenido en los dos últimos años.
Desde el ascenso del equipo a LaLiga Santander, Sergio González ha mirado más a la portería de Jordi Masip que a la rival. El entrenador catalán ha construido desde atrás su modelo de juego. Lo hizo así y lo ha matizado de la misma forma. El Real Valladolid ha sido un equipo seguro en campo propio, con equilibrios constantes y, también, con una necesidad imperiosa de vivir cerca del área propia. Con todo se perdían posibilidades de gol y se ‘vendía’ en exceso a los delanteros.
Ya fuera con Enes Ünal, Sergi Guardiola, Sandro Ramírez o, incluso, Duje Cop, el Real Valladolid carecía de todo lo que Fabián Orellana mostró en Braga. Jugando de enganche, el gran beneficio pucelano, la libertad de la que gozó se tradujo en frescura para el juego. Liderando al equipo en la respuesta tras el robo, el ’12’ hizo que el equipo adelantase la presión. Tuvo liderazgo y no sólo con balón, como demostró en la jugada que deparó el gol de Joaquín Fernández. Con Orellana, el equipo ha ganado el lectura de juego, en respuestas pero, también, en presencia en área. Con él, el equipo avanza la línea de presión, empujado por la ‘nueva’ pareja de centrales, y es más peligroso y menos previsible.
El reflejo del cambio
Ahora el Real Valladolid vive más cerca del área rival y consigue generar un mayor porcentaje de presencia en ella. El chileno tiene una gran facilidad para liderar y firmar cambios de orientación y dar protagonismo al juego exterior. Orellana hace jugar al Real Valladolid o, al menos, eso ha demostrado en el Estadio Muncipal de Braga. En él lideró el juego del Real Valladolid y la ilusión que hay sobre que el equipo blanquivioleta pueda tener todas las credenciales que mostró en los primeros 45 minutos del último duelo de pretemporada, el primero en el que Orellana tuvo protagonismo en la creación.
Con la liberación que creó Sergio González para él, el Pucela puede estar menos necesitado de fichar un centrocampista ofensivo. Esa necesidad de tener un buen pase final y peso en el último cuarto residirá en él y el equipo tendrá que cubrirle las espaldas para las transiciones. En la fuerza para mirar a campo propio, Orellana puede flojear pero para ello estará bien cubierto por un equipo que mostró credenciales, hechuras y protagonistas para tener un juego más vertical y de transiciones, aquél en el que Orellana sea el líder y el punto de inflexión.