El Real Valladolid 2020/2021 ya está en marcha. Los de Sergio González han arrancado su tercera campaña consecutiva en LaLiga Santander y yo, personalmente, sigo con el frente más importante que creo que debe tener el Club: el modelo de juego. Entendiendo, desde el inicio, que es importante contextualizar este análisis en relación a la próxima campaña. Creo que Sergio González tendrá una plantilla mejor y con más posibilidades que en las dos temporadas atrás. Ante ello, crecerán las exigencias y, muy posiblemente, las demandas futbolísticas.
No es lo mismo Javi Moyano que Luis Pérez, Waldo Rubio que Fabián Orellana o Joaquín Fernández que Kiko Olivas. Por el momento no son mejores, son sólo diferentes, que no es poco. Con los cambios de protagonistas que tiene decididos realizar el Real Valladolid este verano, el estilo de juego blanquivioleta tendrá la necesidad y la exigencia de ser más homogéneo. Con cierta liberación, el equipo se podrá soltar y centrarse en ese perfil ofensivo que está contratando. Marcos André o Fabián Orellana son jugadores que necesitan y quieren espacios, verticalidad y presencia en campo contrario. Sergio lo sabe y, por ello, debe asumir que se le va a pedir algo diferente a lo de las dos temporadas anteriores.
Al nuevo Real Valladolid no le va a valer el pobre argumento del resultadismo porque muchos de sus jugadores no valen o ya no valen para ello. Con todo, Sergio tiene una papeleta y exigencia importante en estas semanas y meses de preparación y, posteriormente, en las etapas de matización y evolución. Dando por bueno todo lo que ha conseguido el equipo en estas dos últimas temporadas a nivel global, creo que el Real Valladolid puede y debe ser más homogéneo y equilibrado. Desde el rendimiento pero, también, desde el análisis.
Un análisis arcaico
En muchas ocasiones, hablar del Real Valladolid de Sergio González lleva a un análisis que, para mí, es muy arcaico. Se trata de un examen que hoy en día se puede centrar más en deportes como el baloncesto o balonmano. No comparto la teoría de la manta y no creo que por defender bien se tenga que atacar mal ni, tampoco, que hacer bien un contexto exima del otro. Obviamente, señalando dónde defiendes, ya sea bien o mal, señalas como puedes atacar. El Real Valladolid o cualquier otro equipo no puede atacar bien si defiende casi en área propia. No tiene fuerza para llegar al ataque. El Pucela ha vivido de ‘defender bien’ en la última temporada pero no en buscar un equilibrio.
Sin ese equilibrio tan necesario para el fútbol actual, el Real Valladolid tiene el problema que tiene en las transiciones. El equipo en muchas fases de la pasada temporada defendía pero no presionaba. Basculaba y equilibraba para que el rival perdiese el balón pero no lo robaba. Así, tras el robo, jugadores como Toni Villa, Enes Ünal o Sergi Guardiola estaban vendidos. Era normal. Hacían un 50% del fútbol bien pero no tenían posibilidades ni herramientas para hacer bien el otro 50%.
Sin un equilibrio, el Real Valladolid compite bien, porque hace creer que explota sus cualidades, pero no termina de rendir bien. No aprovecha todas sus opciones ni posibilidades. Se limita a un frente y se olvida del equilibrio y de la homegeneidad que pide un deporte en el que las transiciones son determinantes, como bien demostró este equipo en el partido que, posiblemente, cambió la percepción de Sergio con las opciones de su equipo.
Actuaciones corales
Dicen que el fútbol se ve mejor en directo y es cierto. Si tienes una buena ubicación en el estadio, el fútbol es otro en vivo. Así, puedo decir que no hay mejor partido para el Real Valladolid de Sergio en LaLiga Santander que la derrota (2-0) en el Estadio Santiago Bernabéu el 3 de noviembre de 2018. Aquel día, la propuesta fue perfecta y el rendimiento, brillante. Fue una actuación ‘coral’, como dicen, en la que el equipo rindió en todas las facetas, algo que no suele ocurrir en una propuesta en la que sorprenden mucho goles como el anotado por Sergi Guardiola en la victoria (2-0) ante el Real Betis.
Retomando aquel partido en Madrid es importante recordar que se perdió, sí, que se jugó a un rival en dudas, también, pero el Pucela cerró una de sus mejores actuaciones desde el regreso a la élite. Una propuesta brillante, con Leo Suárez uniendo al equipo entre líneas, con Toni Villa con espacio para transiciones ofensivas y con un equilibrado costado diestro con Antoñito Regal y Javi Moyano, hizo las delicias de la afición. El Real Valladolid homogéneo existió pero, posiblemente, mostró rasgos en los que Sergio no se muestra seguro.
El catalán es un preparador que quiere partidos lentos y de pocas ocasiones. En una temporada busca más el error del rival que el acierto de su propio equipo y así, partidos como aquél y derrotas tan placenteras como aquélla nunca más se han repetido pese a ser el camino que, ahora, necesita el equipo. La lectura que, externa e internamente, se hizo de aquel partido cambió la propuesta y la respuesta de Sergio y, ahora, cambiando protagonistas importantes de su propuesta, el Pucela puede estar obligado a partidos como aquél. De no hacerlo, el Real Valladolid estará renegando de las cualidades de algunos de sus jugadores e ignorando la realidad ante la que compite.